Un retrato formidable que no se corta un pelo en retratar a los miembros de la realeza británica como una poderosa mafia, (en Inglaterra coloquialmente se refieren a ellos como "The Firm") capaz de manipular, ocultar y eliminar todo lo que les rodea con tal de perpetuarse.

Cierto es que la zozobra de determinadas partes de la serie hace flaquear el ritmo, pero también es cierto que ese es el carácter genuinamente inglés: todo ha de ser una ceremonia, vestida de gala con los pertinentes silencios, extenuantes y flemáticos, quebrados por escándalos que casi siempre terminan con el finiquito de alguna víctima. Como si jugáramos al cluedo: a ver quién es la presa que se interpone entre la intrincada red de intereses de la realeza.

Pero sobre todo lo que más pasma es la veracidad, rigor y cercanía con la hagiografía de los santos protectores del Imperio, devenidos en seres mundanos presos de sus propios instintos.

El éxito y aceptación de la serie ha sido tal, que el propio gobierno británico ha apresurado a solicitar a la productora, incluir un mensaje que advierta al espectador que todo lo que se refleja es una simple dramatización. No vaya a ser que las nuevas generaciones se vuelvan más humanas y menos clasistas, (todo buen inglés, es clasista: desde el parroquiano beodo hasta el más flamante inversor con acento de Eton)

Y si bien es cierto que la serie goza de sus licencias para reflejar la licenciosa y putativa vida de sus malavenidos miembros, lo que impresiona es que esa veracidad historiográfica oficial ya no puede ocultar el monstruoso carácter de reina, rey y prole. Todos ellos afectados por alguna tara socio-darwinista siempre perdonada por algo que el vulgo de aquellas tierras sabe apreciar: las apariencias, la capacidad de lavar los trapos sucios en casa y de permanecer impasibles ante la adversidad sin perder nunca la compostura, (el stiff upper lift) ya se queme Windsor, los príncipes de Gales se monten tríos y cuartetos a ver quién tiene la cornamenta más grande, el príncipe Andrés se vea involucrado en venta de armas ilegales, etc, etc, etc...

Además, la serie actúa como un perfecto espejo ante otras monarquías europeas cuyos trapos sucios aun cargan de tinta los tabloides para regocijo de sus misericordiosos súbditos, (humanizan a sus ídolos sabiendo que comen y cagan la misma mierda todos los días) y el escrupuloso odio de detractores, que impasibles, contemplan como el frío poder en la sombra siempre protege al ladrón mayor.
Indispensable.