Brillante película que narra la complicada vida de una adolescente británica en un barrio obrero de Inglaterra. Se ha comparado este film con el cine de Ken Loach, aunque a mi parecer, Andrea Arnold toma como punto de referencia el envoltorio del cine social cultivado por Loach para sumergirse en una historia más personal y menos politizada.

Fish Tank es una película difícil, áspera, diría que hasta cierto punto desagradable. Su entorno es caótico. Tanto como el universo vital de Mia, la protagonista, maravillosamente interpretada por Katie Jarvies, todo un descubrimiento. Pero es un film que transpira autenticidad por todos sus costados. Todo encaja, todo es creíble. No hay falsos artificios ni intentos de manipulación al espectador, porque la simplicidad de su puesta en escena consigue una identificación total con la protagonista.

Mia es malcarada, nada femenina y antisocial. Pero tiene el encanto que le proporciona la ingeniudad de sus quince años. Y tiene sobretodo un sueño que le permite seguir luchando en un entorno que no le ayuda lo más mínimo. Ese sueño, el baile, le da las fuerzas para creer en algo. Le ayuda a levantarse cada día y a sobrevivir en una familia, más que desestructurada, podríamos decir que desintegrada.

Pocas veces el ciclo de la adolescencia ha sido plasmado con tanta fidelidad como en esta película. Andrea Arnold lo consigue en parte gracias al trabajo de una Kaite Jarvies que parece haber nacido para realizar este papel. Sus ansias, sus anhelos y sus desencantos son el motor que nos conducen a través de este viaje emocional que no decepcionará a los exploradores de esencias vitales tan universales pero al mismo tiempo tan propias.