Nueva entrega de la saga de Percy Jackson que, sin aportar nada nuevo a la historia, hará las delicias de los seguidores, de adolescentes y de mayores sin reparos. Es entretenida, tiene ritmo y es tan estúpida como puede serlo cualquier película de la saga Crepúsculo o Harry Potter. Al final este tipo de películas van a lo seguro, combinando los elementos de manera parecida para no defraudar a su público. Apenas hay ADN de su director en los fotogramas, todo es una máquina de hacer dinero que, por momentos, es muy entretenida. No vamos aquí a hablar de su penoso guión, ni de sus efectos especiales impropios de una película de este calibre, tampoco vamos a hablar de unos insufribles actores juveniles ni de la estupidez de la propuesta. ¿Qué más da? Esta es una película para fans que hará las delicias de fans. ¿Y el resto? Bueno, si guardamos el cerebro en la mesita de noche, puede que nos entretenga pero no merece ni dos neuronas de nuestra vida. Lo mejor, como siempre que aparece en pantalla, un Nathan Fillion robaescenas. El resto tan previsible como una rueda de prensa de Mariano Rajoy.