Por fin un soplo de aire (bien) fresco entre tanta franquicia de superhéroes encorsetados a la que nos has acotumbrado en los últimos años. Quizás se podría decir incluso que "Deadpool" roza la parodia al estilo de esas películas de los ZAZ o cualquier otra protagonizada por Leslie Nielsen. Porque cuando uno acaba de verlla (y a pesar de lo convencional del tramo final), la sensación que queda es que Tim Miller se ha propuesto reirse de todo cuanto la Marvel nos había vendido hasta ahora. Y es que "Deadpool" no solo se ríe de si misma y del resto de películas de superhéroes sino que rompe la cuarta pared y le habla al espectador como espectador de una película de superhéroes (y no como simple lector de cuanto sucede) lo que le permite bromas con el resto del universo Marvel, e incluso con los actores que la protagonizan (especialmente con Hugh Jackman). Eso, además de un fascinante ejercicio de metalenguaje, aligera el producto y le da una dimensión de lo mas curiosa y fácilmente digerible. Si a eso le sumamos un protagonista con (demasiado) carisma, buena acción y excelentes secundarios, entonces estamos ante una película en la que nada puede fallar y realmente nada falla (a excepción de ese cursi final). Ryan Reynolds está excelente, el resto de actores no desentonan, la película está bien rodada y el guión, aunque previsible, tiene algunas sorpresas como un buen uso del flashback y esas irresistibles salidas de tono.

"Deadpool" lo tiene todo para gustar porque no aspira mas que a ser una gran gamberrada destinada a disfrutar y poco mas. Y lo consigue, con creces. A pesar de destruir por completo todo aquello cuanto la propia Marvel había construido pacientemente durante años. ¿Pero que importa? Hasta en las mejores familias hay una oveja negra. Y nos hemos de congratular por ello.