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Voto de Pedroanclamar:
7
Drama. Romance Una inocente joven que vive en un claustrofóbico ambiente en el barrio londinense de Limehouse, es brutalmente maltratada por su padre, un ex boxeador alcohólico. En este sórdido lugar, vive una historia de amor con un noble chino, que, incluso lejos de su tierra, trata de vivir conforme a su filosofía de paz y armonía, pero su idealista visión del mundo choca con la cruda realidad. (FILMAFFINITY)
11 de septiembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Griffith nos introduce, con Lirios Rotos, de 1919, una obra dialéctica en sí misma, colmada de dualismos, que se manifiestan tanto en su argumento, en su contenido, como en su estética y formalidades. Lirios Rotos representa una historia íntima y, como el mismo narrador confiesa, triste o trágica, si se quiere.
Los elementos de las películas mudas son interesantes de observar, pues se superponen para buscar emular un todo ensamblado que no se lograría en el cine hasta anos más tarde. Música, narración y montaje van por camino propio.

Es interesante apreciar el modo en cómo Griffith introduce los flash backs de los tres personajes protagónicos de la película: dos de ellos para presentar a padre e hija, y otro para contarle al espectador qué tipo de vida ha tenido el hombre amarillo hasta antes de interactuar con la niña. El padre es un boxeador violento, exitoso en sus batallas y se ufana de ello. Se introduce su personaje mostrándonos el flashback de su último combate, en el que resulta victorioso. La joven hija del boxeador, es una muchacha de quince anos, frágil y triste por la violenta relación con su padre y por la pobreza.

El flashback de la muchacha nos muestra los consejos de mujeres que le recomiendan no casarse ni tampoco trabajar de prostituta. Se nos muestra, brevemente, la trabajosa vida doméstica de la mujer al lado de un jefe de hogar exigente y gritón.
El hombre amarillo, proveniente de China, no sabemos si es un iniciado en el budismo o simplemente un prosélito de esta religión. Sólo sabemos que promulga la paz y el respeto que le indica su religión, siempre intercediendo y mediando en los conflictos que se le presentan.
El flashback de este hombre chino, del que no tenemos su nombre, se reproduce en Londres para ilustrar el tipo de vida que ha llevado en Inglaterra desde que llegó al país europeo.

La música, perenne a lo largo de la película, va demarcando el ritmo de la misma, a la vez que va coloreando o marcando el tono y la intensidad de cada escena. De este modo, vemos en la cantina a Battling, con una especie de polca alegre sonando de fondo, expresando la distensión y relajo del momento y del boxeador. Los momentos de amor por los que transita el hombre amarillo y los de pequeña satisfacción y bienestar de la muchacha, son edulcorados con unos vientos suaves y melosos. Por el contrario, las instancias turbias y de clara declinación anímica y moral, van acompañadas por melodías bajas y aletargadas. Quiero destacar la importancia y la dotación de belleza de la música a lo largo de la película.

Una de las características del cine mudo es la fuerte presencia de un narrador. La película es un montaje de escenas y fotogramas en los que se ven las palabras del narrador, como si las viéramos en las páginas de un libro, en las que al final distinguimos un ícono conformado por las letras mayúsculas "D.G." (se infiere, D Griffith). La irrupción del narrador, sumamente necesaria para el cine mudo, nos introduce cada escena, aunque con muchos juicios valóricos, pero también con muchas expresiones poéticas llenas de sutileza y que le confieren mayor emocionalidad a las actuaciones.

Los colores de la fotografía nos muestran unos tonos amarillos, por un lado, a lo largo de casi toda la película, y tonos rosa y azulados, por otro. Los tonos rosa reinan en el cuarto del hombre amarillo, en la interacción de éste y Lucy, denotando amor, paz, tranquilidad y bienestar. El azul es melancolía y esplín, y se expresa en la salida del hombre amarillo de su tierra natal, que se representa alegre bulliciosa, cosmopolita y llena de vida, para arribar al país y localidad que lo lleva a la desgracia.

Los temas van desde el maltrato doméstico e infantil, la violencia de género hasta la interculturalidad, la pobreza, la religión. Todos ellos atravesados por relaciones dialécticas: hombre/mujer, padre/hija, oriente/occidente.

Por último, las actuaciones son expresivas, suficientemente ayudadas por unos primerísimos planos. Lucy sufriente y sus ojos llorosos; el hombre amarillo y sus acercamientos amorosos a Lucy y Battling y su rostro colmado de ira. Lucy y el hombre amarillo conmueven enormemente; delgados, tristes, enjutos, afóticos, desesperanzados en una ciudad que los devora, ciudad sin vida, ciudad de hombres adultos que venden, que compran, que tranzan, que boxean. Hombres oscuros, interesados y mal intencionados. Lucy y el hombre amarillo están perdidos y se revelan, quizás sin quererlo, ante esa perdición que es la localidad de Limehouse. Su ebullición y sensación de pérdida en la ciudad confluyen en la tragedia. La anomia y pérdida de sentido que descubre el hombre amarillo en la decadente sociedad occidental de Limehouse, Londres, se aúna a la falta total de referentes de amor de Lucy. Esta desesperanza y tragedia se articula como una fuerte crítica a los valores occidentales y a sus instituciones, así como también, a sus ínfulas de superioridad.
Griffith plantea una bella película, delicada, tierna pero triste y, por lo tanto, ilustradora de la realidad.
Pedroanclamar
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