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Voto de Fernando86:
8
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Intriga. Thriller. Drama
Mika Muller, directora general de Chocolates Muller, es una mujer, bajo una apariencia encantadora y delicada, acostumbrada a controlar a todos los que están a su alrededor. Vive en Suiza con su marido, un prestigioso pianista llamado André Polanski, y con el hijo de éste, Guillaume. Cuando una joven pianista en busca de sus orígenes y de un maestro visita a André, Mika verá una amenaza a la estabilidad familiar.
30 de enero de 2011
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chabrol dibuja con sutileza este fascinante anti-drama, sobrio pero rotundo, como las últimas notas del Funerailles de Liszt que André ensaya con Jeanne. Y precisamente encuentra la clave en lo anticlimático, en la negación de algunos de los rasgos del lenguaje de suspense hitchcockiano que utiliza. Pero en medio de la austeridad, algunos brillantes rasgos de estilo, como la resolución del plano-contraplano en la conversación de Jeanne y su madre en el desayuno, o el plano inclinado que encuadra a Jeanne, Mika y Guillaume, cuando éste está con el pie quemado por el agua hirviendo (plano inestable, que nos avisa de la torpe trama de Mika).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Isabelle Huppert borda uno de los papeles más divertidos de su carrera. Sus falsas torpezas (el chocolate derramado, el agua hirviendo que vuelve a herir en el pie a Guillaume) son un reflejo anecdótico de su verdadero fallo: como si fuera una asesina desfasada intenta recrear la puesta en escena de su primer crimen, que tan bellamente perfecto parece en el relato inicial. Es increíble cómo Huppert logra encarnar a este personaje en un punto justo en medio de la mediocridad y la excepcionalidad, de la maldad y la fragilidad. Sólo está al alcance de las grandes sugerir tanto y subrayar tan poco.
Chabrol usa acertadamente la metáfora de la tela de araña. Es como si el guión predestinara a Mika a ser el cerebro maligno de la película de suspense, pero ella no da la talla, empequeñecida ella misma por la relación con sus padres, y termina, en los títulos de crédito, encogiéndose en posición fetal en el sillón.
Chabrol usa acertadamente la metáfora de la tela de araña. Es como si el guión predestinara a Mika a ser el cerebro maligno de la película de suspense, pero ella no da la talla, empequeñecida ella misma por la relación con sus padres, y termina, en los títulos de crédito, encogiéndose en posición fetal en el sillón.