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Voto de Variation74:
2
Documental Una carta de amor cinematográfica, una perspectiva oculta de Berlín de noche. Diferentes artistas se unen para declarar su amor a la ciudad y a nuestro tiempo, en una reinvención del clásico del cine mudo 'Berlín, sinfonía de una ciudad'.
26 de abril de 2020
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SYMPHONY OF NOW se parece a SINFONÍA DE UNA CIUDAD lo mismo que un huevo a una castaña. Johannes Schaff se sirve de recursos formales similares (fragmentos de la vida en la ciudad encadenados, cinco actos...) o análogos (juegos de luces, aceleración de imágenes...). El esfuerzo y la artesanía es innegable pero esto no es ni una imitación ni un homenaje a la obra de Walter Ruttman. Ni siquiera es cine. Es un videoclip. Schaff y la pléyade de artistas que colaboran en este anuncio de la vida artística y nocturna de Berlín no hablan el mismo lenguaje que Ruttman, por mucho que lo citen, lo elogien o, más precisamente, traten de apropiárselo para dar enjundia a su trabajo. Yo no niego la labor de uno ni, contra lo que pueda parecer, ensalzo la de otro pero es de rigor diferenciar entre cine y aftermovie y es un insulto a la inteligencia pretender asimilar ambos conceptos, como se da a entender con los créditos iniciales. El último plano da una medida mucho mejor de lo que es en realidad SYMPHONY OF NOW.

Hay una prueba muy sencilla para captar esta distinción. Percátense del tiempo que tardan en volver a conectar con cada una de las dos películas tras un lapsus de atención. En SYMPHONY OF NOW no se tiene la sensación de haberse perdido nada en el despiste. Cada toma conecta con la siguiente independientemente de que la siguiente conecte con la posterior y así sucesivamente. Además, es todo previsible: a los pocos minutos ya podemos anticipar la aparición de la silueta de la Torre de televisión o de jóvenes urbanitas en un festival de techno. En SINFONÍA DE UNA CIUDAD cuesta un rato retomar el contacto y, al hacerlo, uno tiene la sensación de haber perdido algo esencial. Las imágenes están ligadas entre sí por un hilo invisible que se asemeja al río de emociones que conecta las notas de una sinfonía, indivisible de por sí. Esta hilazón orgánica, este montaje, consigue no solo que el conjunto sea más que la suma de sus partes; también lo convierte en otra cosa. Es "la magia del cine". Cada fragmento es indispensable e indisociable. Y la ciudad de la sinfonía es Berlín como podría ser cualquier otra. Todo se antoja nuevo e inesperado, aun conociendo como la palma de la mano la vida en la Berlín de los años 20.

En la obra que nos ocupa cada fragmento es sustituible por cualquier otro, como un beat de mala música electrónica, y Berlín aparece irremplazable pero por razones puramente contextuales que debemos creernos: lo que vemos ocurre en Berlín pero, a poco que uno conozca el mundo en que vivimos, no hay nada de esta Berlín que se nos aparezca como único e irrepetible, como huella histórica de ese "ahora". Debemos creernos que solamente Berlín ofrece una vida como la que vemos y como si lo único de ella fuera que solo en Berlín hay un columpio frente a un río o gamberros que se creen poetas al anochecer por hacerse unos graffiti. ¿Qué valor tiene entonces esta cinta? Para mí, ninguno.

Ni como declaración de amor a la ciudad (como algunos artistas participantes afirman en entrevistas) vale esta bazofia, porque "el amor es el órgano con que percibimos la inconfundible individualidad de los seres". Y la irreductibilidad del cine en audio+visual.
Variation74
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