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España España · Lleida
Voto de Uma:
5
Drama En 1981 el famoso escritor Antonio Miguel Albajara (Antonio Ferrandis) llega a Gijón, su ciudad natal, procedente de Estocolmo, donde acaba de recibir el premio Nobel de literatura. Durante cuarenta años ha sido profesor de Literatura Medieval en la prestigiosa Universidad de Berkeley (California), donde ha alternado su labor docente con la producción literaria que le ha dado fama mundial. (FILMAFFINITY)
2 de marzo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es conveniente ver las películas en su momento. En 1982 el mundo y este país eran muy distintos. Garci no era todavía el megayonki de la nostalgia en que se convirtió, o sí que lo era ya, pero todavía no resultaba empalagoso. Esta película, en el 82, tenía muchas razones de ser: una película que salía de Madrid y Barcelona y reivindicaba así un país que ya no era rural y atrasado en provincias, sino que estaba al día; un exiliado, añorado de su tierra, que tuvo que dejar atrás su país, su verdadero amor, sus amigos; un personaje premiado internacionalmente, encarnación de una aspiración de un país que durante 40 años había sido estigmatizado por el mundo como de segunda fila en muchos aspectos, y que a la postre, terminó dando el primer premio Oscar a España, cerrando el círculo de lo emblemático y significativo de esta película para este país; y la nostalgia, patadas de nostalgia en una sociedad que miraba al futuro, pero también al pasado, a lo que pudo haber sido y no fue... Era una película que entonces parecía madura, reflexiva, catárquica, que esbozaba las nuevas bases morales del país, que ponía al alza la autoestima..., un poco como lo que sería la "Historia Oficial" en Argentina pocos años después. Los americanos captan esas cosas. Así pues, no se le puede negar el valor icónico a la película, que trata temas inesperados, como un amor ya casi de la tercera edad, con sexo incluido, o la representación de una mujer culta, liberada e independiente, aunque no viva en Madrid o Barcelona.

Dicho esto, la película tiene una ejecución floja, un abuso de los discursos eruditos (no me gustan demasiado las interpretaciones ni los diálogos, hoy se ven desfasados), un más que abuso de la música, que por maravillosa que sea (Begin the Beguine y el Canon de Pachelbel, pedazo de piezas) termina agotando y atascando las sensaciones; tiene una sobredosis de paseos, de estampas, de días grises, de miradas lejanas y reflexivas... De hecho, la película es de una simplicidad narrativa exagerada, limitando a lo anecdótico a los personajes secundarios y cualquier otra subtrama, limitando al mínimo la complejidad argumental. No hay evolución, no hay recorrido, ni siquiera emocional, simplemente hay exposición de hechos y sentimientos. Todo está ya decidido de antemano. Su eficacia, que la tiene, se ha diluido un poco en el tiempo, pero sin duda, invita a una reflexión sobre quienes somos y de donde venimos, y supongo que allá por el 82, debía tener un impacto importante en los exiliados que regresaban a España, y también en los que de súbito comprendían su drama. Pero en términos estrictamente cinematográficos, la película ya era en 1982 limitada en lo creativo (sí me han gustado los espacios vacíos, abandonados, tapiados, un concepto visual interesante y meritorio destinado a transmitir la idea de un país envejecido al que había que modernizar). Una película muy básica en el empleo de los recursos cinematográficos, con gruas y trávelings poco eficientes, con larguísimas panorámicas y primeros planos muy poco sutiles... Recuérdese que en ese tiempo ya había grandes directores haciendo cine en España, por no hablar de Europa.

Vista hoy, perdida su actualidad, pocos valores pueden destacarse de ella, más que un agradable, nostálgico e interesante viaje en el tiempo por aquello que fue este país, por las heridas hondas y eternas de lo que pasó allá por el 36. Una clase de historia para dimensionar correctamente la tragedia que vivieron aquellas generaciones interrumpidas.
Uma
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