He-Man era una de esas series de personajes con corazón de oro versus villanos malditos venidos del mismísimo infierno.
He-Man era el mejor. Junto con los demás personajes, era casi un dios, era el poder, la salvación, era un equipo dentro de otro equipo, el solo podía ganar un partido.
He-Man era magnánimo. La transformación de principie en He-Man era un espectáculo visual y sonoro alevoso, una imagen que llenaba todo el televisor, y los ojos y corazones de los gurises que miraban cuando las posibilidades técnicas de la TV eran todavía primitivas.
He-Man era la última posibilidad. Su amor propio lo sacaba de cualquier adversidad.
He-Man era un guerrero nato. Su talento no encontró límites en ningun terreno, podía adaptarse a cualquier condición.

He-Man es leyenda. Ahora la ves y es ingenua, todo pasa.