Quentin Tarantino en su versión más juvenil, dándole a Malas Tierras de Terrence Malick un final propio de sus primeras películas (Reservoir Dogs, Pulp Fiction) o de las novelas de Elmore Leonard que leía con más pasión que exacta precisión - hasta Jackie Brown, claro.

La dirección esta vez corre a cargo de Tony Scott quien tiene la audacia de dar a la dirección de Malick el aire exacto de los 90, y de poner un gran elenco de actores a recitar las melódicas líneas de Tarantino, que incluyen celebraciones adolescentes de Sonny Chiba, disquisiciones raciales para una muerte paradójica y toda clase de entrañables codazos a una vida desordenada y californiana.

Zimmer recupera los sones de Malas tierras y el destino de los bandidos no es poético ni fatal, no aparecen otras fuerzas, al contrario, es felizmente peliculero. Todo en uno.