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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
7
Drama Maud Dowley (Sally Hawkins) es una mujer alegre de Nueva Escocia que sueña con independizarse de su protectora familia. Everett Lewis (Ethan Hawke) es un huraño pescador local que busca asistenta. Tras ver su anuncio, Maudie no tarda en mudarse a casa de Everett para encargarse de las tareas del hogar. Pero lo que comienza siendo una difícil convivencia entre dos polos opuestos poco a poco irá transformándose en una historia de amor... ... [+]
6 de julio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos bastante acostumbrados al arte que busca la vida y es bueno que así sea. Artistas comprometidos con sus circunstancias que vuelcan sus esfuerzos en mostrar las carencias de los más necesitados. Los ejemplos en el cine serían inabarcables, desde el mismísimo Charlot, pasando por el neorrealismo italiano, Ken Loach, Jim Sheridan y un larguísimo etcétera. En literatura podemos citar el naturalismo de Zola o el fuerte contenido social de los libros españoles (poesía, narrativa y teatro) de mediados del siglo XX. La pintura de Van Gogh e incluso las mujeres tahitianas de Gaugin no son más que ventanas abiertas a la realidad cotidiana. No hace falta mencionar al Guernica, de Picasso, cuya elocuencia nos estremece. En música tenemos una larga nómina de cantautores e incluso raperos, que para mi modesta apreciación personal son los verdaderos cantautores de nuestros días. La fotografía, por supuesto, también ha incidido en estos aspectos y ahí tenemos la muestra fotográfica de Carlos Saura con imágenes de la España de los cincuenta que ha recorrido nuestro país durante el año 2016, por citar sólo un ejemplo. Y así podríamos seguir con una relación inacabable de artistas de todo tipo que han plasmado en sus creaciones lo que sus ojos veían y lo que su sensibilidad hería.
La función de la literatura, afirmaba Sartre, y por analogía puede extenderse a cualquier manifestación artística, es plasmar la realidad social. El colectivismo soviético, de hecho, usó el cine como herramienta de propaganda política y eso excede con mucho las coordenadas en que quiero inscribir esta reseña.
La cuestión es que en Maudie (2016), de Aisling Walsh, que también podría tener una lectura en clave social, pues las condiciones de vida que conoció Maud Lewis (Dowley como apellido de soltera) en lo más profundo de la provincia canadiense de Nova Scotia, podrían calificarse de cualquier cosa, menos de halagüeñas. Pero el mensaje que Walsh quiere transmitirnos es el de la vida que lucha por abrirse camino entre los resquicios mínimos que puede encontrar.
En tal sentido Maud lo encontró en la pintura, a pesar de las circunstancias sociales, que ya he mencionado en el párrafo precedente. Recordemos sólo que esta mujer ha de aceptar un trabajo como criada interna en la casa de un pescador insensible, que mora en una cabaña en medio de la nada, rodeada, pues, del vacío como coyuntura habitual o, en el más favorable de los casos, de la nieve en invierno, que lo entorpece todo, pero al menos te arropa con fría blancura. Pero Maud lo tuvo aún más difícil pues que padecía artrosis de nacimiento.
Pero Maud, sin rasgarse las vestiduras, sin arrancarse los cabellos, sin dramatismos busca el hueco mínimo en el que desplegar su vida y fue la pintura, sin duda, su principal bálsamo. Pero no el único, puesto que le gustaba de joven visitar los clubes de jazz, a pesar de que físicamente no podía bailar, y tuvo una hija siendo soltera en una sociedad extremadamente conservadora. No quiero desvelar, sin embargo, las vicisitudes de la maternidad de Maud para no estropear el argumento a quienes todavía no hayan visto esta película.
Y si esta mujer con su artrosis proyectó su vida hacia la pintura, no podemos olvidar otros artistas también con dificultades físicas cuyas biografías se han llevado al cine. Es el caso de Mi pie izquierdo (1988), de Jim Sheridan, que reconstruye la vida del pintor y escritor irlandés Christy Brown, que, por cierto, le valió a Daniel Day-Lewis su primer Óscar como Mejor actor; o Frida (2002), de Julie Taymor, que narra la vida de Frida Kahlo y significó para Salma Hayek importantes nominaciones: reconozcámoslo, hoy día esta pintora mexicana se ha convertido en un icono cultural, pero nada sabíamos de ella antes de la película de Taymor, salvo en México, obviamente.
Cuatro son las películas que se consideran marítimas en Canadá: Newfounland, New Brunswick, Nova Scotia y Prince Edward Island; situadas en la costa atlántica. Maudie, rodada en Newfounland, recorre la vida de Maud Lewis, que sucedió en Nova Scotia. Y en Newfounland se rodó también La gran seducción (2013), de Don McKellar, si bien en este caso en clave de humor, nominada al Premio del público (Mejor película) en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) de 2013.
Pues bien, cuando uno recorre esas provincias, aunque yo sólo conozco dos (New Brunswick y Nova Scotia), uno se da cuenta, por un lado, de la dureza de la vida en unas condiciones climatológicas extremas. El principal modo de vida en ellas consiste, básicamente, en la pesca, pero en Lunenburg (Nova Scotia), la relación de barcos naufragados y vidas perdidas es interminable, y eso que se refiere sólo a embarcaciones basadas en Lunenburg, un bellísimo pueblecito de apenas tres mil habitantes. Pero, por otro lado, uno comprende la desbordante capacidad artística de los habitantes de esa remota región del planeta, porque de una simple piedra plana encontrada en la playa al azar son capaces de componer una pieza maestra.
Y ésas fueron las circunstancias de Maud Lewis: penosas condiciones ambientales y el sentimiento artístico de la vida, agravado todo ello, como decía antes, por una cruel enfermedad perpetua. Pero ella no cedió a la adversidad y con su arte buscó a la vida.
Magníficamente interpretada por Sally Hawkins, los críticos, que en el algo se tienen que entretener, han etiquetado las pinturas de Maud, que firmaba Lewis, como arte folk, y la verdad es que en este caso, sin que sirva de precedente, no discrepo demasiado de la crítica, puesto que el término “folk” de alguna manera evoca el contacto directo con la vida.
El caso es que las creaciones de Maud Lewis se muestran en la Art Gallery of Nova Scotia, un lugar que debemos visitar si queremos conocer el color de la vida, que, por cierto, es el subtítulo de esta maravillosa película de Aisling Walsh.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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