Lo primero que debo decir es que me sorprendió agradablemente el entrañable retrato que hace Soffici de los orígenes de nuestro cine y nuestro teatro, desde las pantomimas del viejo circo criollo hasta el nacimiento del cine sonoro con un admirable poder de síntesis, consiguiendo una película sorprendentemente moderna para los estándares de la época que aun hoy resulta muy agradable de ver sin el acartonamiento propio de otros filmes del mismo período. Incluso tiene tiempo de criticar las películas "basadas en hechos reales" donde la realidad es una invitada de piedra. Este filme en particular hizo correr ríos de tinta y se volvió celebre, al punto de ser el puntapié inicial de la opera Evita y de su versión cinematográfica por razones extra cinematográficas que demuestran lo acertado de aquello de que "una mentira repetida cientos de veces termina convirtiéndose en verdad". Pese a que la propia Libertad Lamarque no perdió oportunidad de negar que el hecho ocurriera y hasta escribió un libro de memorias con el fin de aclarar el asunto la leyenda urbana que se popularizó y, hasta el día de hoy muchos siguen creyendo real, es que en una de las jornadas de filmación la futura abanderada de los humildes llegó tarde al rodaje y Lamarque ofuscada le pegó un cachetazo que a la postre terminó con su exilio en Méjico. Por el contrario la Líber contaba a quien quisiera oírlo que las cosas fueron muy diferentes "Hugo y yo estábamos citados para filmar y Eva no aparecía porque estaba ocupada en sus tareas sindicales. Cuando llegó Soffici nos dice "Llegó Evita. Llegó Evita. Vamos a filmar" y yo enojada por la tardanza le dije con sorna "Buenas noches" a lo que ella me miró con desdén y no me respondió. Eso fue lo que pasó, pero yo con Eva no tuve ningún problema salvo eso y si me fui a Méjico fue, simplemente, porque allá me pagaban mejor".