Manolo Romero, super magnífico de Saber y Ganar, a parte de gay e inteligente, es un hijo de turco. Su turco padre, enamorado, más o menos, de una morena turca prostituta rubia, madre de una turca revolucionaria, amante de una pecosa germana que además de aprender inglés y español, sabe latín y es hija de una ya entrada en años germana sufriente, ha salido en una barquiña, para ir a navegar. Semejante puré de almas a la deriva encuentran rumbo gracias a la brújula del amor, el sexo, o la compañía, qué más da. Y desde la oscuridad, a plena luz del día, la muerte hace añicos la ruta, pues sabe atacar a traición. Y por eso Manolo se esconde tras los libros, para escapar, para navegar, y perdido de nuevo el norte, mientras la sufriente se ahoga en la profundidad abisal, y la rebelde recuerda los días de libertad, la reflexión, el perdón, la comprensión, la esperanza, el destino y un clavo ardiendo, cual estrella de seis puntas, atacan avisando, de frente, recosiendo las ruinas de la desgracia. A este lado, ellos, y al otro lado, los que cometieron errores. O tal vez todos a la sombra del mismo muro: los de los ojos azules, que son mentireiros y los de los ojos turcos, acastañados, que son firmes y aguardan en la orilla a que la marea traiga, escondida en el maltratado subfondo de la cartelera, otro peliculón. Queremos más.