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Voto de Nati Serena:
10
2021
Nadia de Santiago (Creadora), Inés Pintor Sierra (Creadora) ...
6.7
4,356
Serie de TV. Romance. Drama
Miniserie de TV. Cuenta la superación de una ruptura en diez episodios de escasos minutos, en donde una chica intenta olvidar un amor del pasado. Lina está empezando de nuevo, se muda de casa, busca un nuevo trabajo y prueba nuevas experiencias. Pero lo que Lina intenta hacer en realidad es olvidar un amor del pasado, su primer amor. Cada día, Lina intenta que el tiempo que pasa pensando en Nico sea un minuto menos, para así poder avanzar con su vida. [+]
21 de enero de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Netflix está apostando últimamente por los formatos cortos, obras cuyo fin es el visionado rápido, haciendo que en el frenesí de la actual sociedad consuma un producto tras otro sin apenas dejarnos tiempo a la reflexión con la automatización de “ver episodio siguiente”. Pasamos de una película a otra, de un capítulo a otro, de una serie a otra, olvidando lo que acabamos de ver y no viviendo la obra, no dejando que nos impregne al completo. Sin embargo, visionar el primer episodio de «El tiempo que te doy» y disfrutar de cada uno de sus escasos minutos, de sus pequeños detalles, te hará sentir cuando la termines el mismo vacío, tan difícil de llenar que siente Lina, la protagonista de la obra.
Así es como podemos ver que ambos viven el deterioro de la relación desde ángulos diferentes pese a que el punto de vista de la narración siempre esté centrada en Nadia, ya que cada episodio nos va ofreciendo nuevos detalles que también nos muestran el comportamiento de Nico, no solo viendo los recuerdos bonitos de la relación, sino los malos, lo que nos hace ver como poco a poco se ha ido dañando la relación, llegando a entender el porqué de su ruptura. Le vemos abrazarse, apoyarse, reír juntos, hablar del tiempo que les quedan y mirarse con amor y deseo mientras follan desde la retrospectiva optimista (o recuerdo rosa) de Lina pero también las discusiones y cómo se van haciendo daño el uno al otro, hasta acabar en ese último polvo lleno de dolor.
Pero «El tiempo que te doy» no solo nos habla de los procesos de duelo como hemos señalado, sino que también hace cierta radiografía de la sociedad actual al hablarnos desde un primer momento de cómo estos dos jóvenes deben afrontar trabajos inestables y mal pagados mientras tratan de ahorrar para seguir estudiando como Lina o mientras no encuentran trabajo relacionado con sus carreras como Nico. Además, Lina al trabajar de camarera de noche en el hotel de un pueblo donde, nadie es de allí en verano, nos hace ver el ritmo absorbente del turismo.
La ocularización del relato en los ojos de Nadia se va a ir acortando cada vez más, pudiendo comprobar conforme avanza la narración planos más cercanos, planos que nos van a transportar mediante su mirada a sentimientos como la negación, la tristeza, la ira y la aceptación. Ella echa de menos a Nico y no sabe si hizo todo lo que estuvo en sus manos por sostener la relación ya que lo fue alejando poco a poco porque le hacía sentir triste y sola cuando él no avanzaba tras la muerte de su padre. Nos encontramos una vez tras otra con recuerdos proyectados por Lina pero en ningún momento con cierta repetición, sino que se trata de un relato singulativo. De igual manera la focalización interna fija que en ciertos puntos pasa por una ocularización interna secundaria cuando no solo vemos el dolor en el rostro de Nadia, sino el hecho que le hace sentirlo, tal y como ocurre tras el accidente en moto de Nico cuando esta se entera que estuvo con otra chica.
Una historia de amor y desamor construida a base de recuerdos que se aleja de lo tradicional y nos enseña la sensibilidad y voz propia de los creadores. Haciendo una comparación con la teoría de Susan Sontag sobre la fotografía, estamos hechos de recuerdos memento mori, de huellas de gente que ha ido pasando por nosotros, de pequeños instantes que guardamos en nuestra memoria como correr detrás de un tren que estamos a punto de perder o recordar como nuestra madre nos canturreaba de pequeños sabiendo lo que lo odiábamos y de otros muchos que olvidamos o guardamos en nuestro subconsciente y en eso creo que también consiste amar, en “participar en la mortalidad, vulnerabilidad, y mutabilidad de otra persona”. La imagen, al igual que el recuerdo, presenta lo perdido, lo olvidado, “testimonio de la fusión implacable del tiempo”.
Enlace blog: https://paradigmamedia.org/el-tiempo-que-te-doy-lo-mismo-de-luz-que-de-oscuridad/
Así es como podemos ver que ambos viven el deterioro de la relación desde ángulos diferentes pese a que el punto de vista de la narración siempre esté centrada en Nadia, ya que cada episodio nos va ofreciendo nuevos detalles que también nos muestran el comportamiento de Nico, no solo viendo los recuerdos bonitos de la relación, sino los malos, lo que nos hace ver como poco a poco se ha ido dañando la relación, llegando a entender el porqué de su ruptura. Le vemos abrazarse, apoyarse, reír juntos, hablar del tiempo que les quedan y mirarse con amor y deseo mientras follan desde la retrospectiva optimista (o recuerdo rosa) de Lina pero también las discusiones y cómo se van haciendo daño el uno al otro, hasta acabar en ese último polvo lleno de dolor.
Pero «El tiempo que te doy» no solo nos habla de los procesos de duelo como hemos señalado, sino que también hace cierta radiografía de la sociedad actual al hablarnos desde un primer momento de cómo estos dos jóvenes deben afrontar trabajos inestables y mal pagados mientras tratan de ahorrar para seguir estudiando como Lina o mientras no encuentran trabajo relacionado con sus carreras como Nico. Además, Lina al trabajar de camarera de noche en el hotel de un pueblo donde, nadie es de allí en verano, nos hace ver el ritmo absorbente del turismo.
La ocularización del relato en los ojos de Nadia se va a ir acortando cada vez más, pudiendo comprobar conforme avanza la narración planos más cercanos, planos que nos van a transportar mediante su mirada a sentimientos como la negación, la tristeza, la ira y la aceptación. Ella echa de menos a Nico y no sabe si hizo todo lo que estuvo en sus manos por sostener la relación ya que lo fue alejando poco a poco porque le hacía sentir triste y sola cuando él no avanzaba tras la muerte de su padre. Nos encontramos una vez tras otra con recuerdos proyectados por Lina pero en ningún momento con cierta repetición, sino que se trata de un relato singulativo. De igual manera la focalización interna fija que en ciertos puntos pasa por una ocularización interna secundaria cuando no solo vemos el dolor en el rostro de Nadia, sino el hecho que le hace sentirlo, tal y como ocurre tras el accidente en moto de Nico cuando esta se entera que estuvo con otra chica.
Una historia de amor y desamor construida a base de recuerdos que se aleja de lo tradicional y nos enseña la sensibilidad y voz propia de los creadores. Haciendo una comparación con la teoría de Susan Sontag sobre la fotografía, estamos hechos de recuerdos memento mori, de huellas de gente que ha ido pasando por nosotros, de pequeños instantes que guardamos en nuestra memoria como correr detrás de un tren que estamos a punto de perder o recordar como nuestra madre nos canturreaba de pequeños sabiendo lo que lo odiábamos y de otros muchos que olvidamos o guardamos en nuestro subconsciente y en eso creo que también consiste amar, en “participar en la mortalidad, vulnerabilidad, y mutabilidad de otra persona”. La imagen, al igual que el recuerdo, presenta lo perdido, lo olvidado, “testimonio de la fusión implacable del tiempo”.
Enlace blog: https://paradigmamedia.org/el-tiempo-que-te-doy-lo-mismo-de-luz-que-de-oscuridad/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Tal y como podemos contemplar en los primeros minutos de la narración, Lina (Nadia de Santiago) y su pareja durante algo más de nueve años, Nico (Álvaro Cervantes), acaban de romper y desearían no haberse conocido nunca. Parece otra serie romántica a la que ya estamos acostumbrados pero tal y como se nos indica al principio de cada episodio, vamos a partir de ese recuerdo del pasado que poco a poco la protagonista va a ir superando -que no olvidando-, y pasando tiempo al presente, rememorando tanto los momentos buenos como los malos de su relación mientras poco a poco va reconstruyendo su vida en ese proceso de duelo.
La historia de amor acaba de empezar en un pequeño pueblo andaluz al lado del mar pero los espectadores sabemos cómo va a terminar y nos chocan estos primeros instantes en referencia al cambio, sobre todo en la forma de mirarse que tienen ambos, pasar de la ilusión de un nuevo comienzo a una mirada llena de rabia. Es así como la serie te atrapa desde el primer minuto mediante un interesante juego en cuanto a su estructura narrativa en lo que podemos considerar un experimento formal, partiendo de esta ruptura y tomando otra perspectiva distinta. Eso sí, el espectador debe ser guiado a través de estos anacronismos temporales, ya que Lina no va a recordar su relación de modo ordenado sino mediante saltos temporales -analepsis-. No va a ir saltando del presente al pasado de forma ordenada sino creando una amalgama entre ambos momentos, lo cual no solo se consigue gracias al uso del montaje con tendencias naturalistas y de la fotografía, usando tonalidades cálidas para rememorar el cariño del pasado y tonalidades frías para el triste presente -lo cual poco a poco se va a ir difuminando-; sino al uso de la banda sonora. La música es muy importante en esta serie, ya sea porque le sirve a Lina para recordar la primera vez que es cuchí cierta canción con Nico y volver a esos recuerdos -tal y como ocurre con Hay tanto que quiero contarte y su escapada a la nieve-, para describir sus propios sentimientos como refuerzo de la imagen o como acompañamiento de esta, no tratándose solo de música extradiegética o diegética sino que las canciones transcurren entre esos dos mundos todo el rato y van a cambiar de significado continuamente.
En último lugar cabría hablar sobre su final ambiguo, el cual nos puede dar la esperanza de una segunda temporada, ya sea esta mediante un nuevo comienzo si Lina decide volver con Nico y no marcharse a la India -o marcharse juntos- o, encontrar en ella la visión de Nico, es decir, su proceso de duelo. Este final abierto nos muestra otra vez el duelo contrapuesto de ambos personajes ya que ella ha conseguido avanzar y él vuelve ya que no ha podido olvidarla pero antes de que Lina responda, «El tiempo que te doy» termina, dejando al espectador con cierta duda. No ha habido final feliz pero hemos podido contemplar como sí ha habido momentos de felicidad; no ha habido un dolor interminable porque hemos contemplado la superación del duelo así que tal y como decíamos al principio, ha habido un poco de luz y otro de oscuridad. Y sí, puedes hacer una maratón con esta serie y verla en poco más de dos horas, como si se tratase de una película, pero va a calarte tan a dentro que no vas a conseguir olvidarla. Y es que pese a tratarse de una historia de ficción, ¿quién no ha deseado alguna vez que el tiempo fuera un breve suspiro, un leve parpadeo, con tal de no sucumbir al dolor? ¿Quién no ha sentido ese hueco insondable que deja la persona amada cuando ya no está?
La historia de amor acaba de empezar en un pequeño pueblo andaluz al lado del mar pero los espectadores sabemos cómo va a terminar y nos chocan estos primeros instantes en referencia al cambio, sobre todo en la forma de mirarse que tienen ambos, pasar de la ilusión de un nuevo comienzo a una mirada llena de rabia. Es así como la serie te atrapa desde el primer minuto mediante un interesante juego en cuanto a su estructura narrativa en lo que podemos considerar un experimento formal, partiendo de esta ruptura y tomando otra perspectiva distinta. Eso sí, el espectador debe ser guiado a través de estos anacronismos temporales, ya que Lina no va a recordar su relación de modo ordenado sino mediante saltos temporales -analepsis-. No va a ir saltando del presente al pasado de forma ordenada sino creando una amalgama entre ambos momentos, lo cual no solo se consigue gracias al uso del montaje con tendencias naturalistas y de la fotografía, usando tonalidades cálidas para rememorar el cariño del pasado y tonalidades frías para el triste presente -lo cual poco a poco se va a ir difuminando-; sino al uso de la banda sonora. La música es muy importante en esta serie, ya sea porque le sirve a Lina para recordar la primera vez que es cuchí cierta canción con Nico y volver a esos recuerdos -tal y como ocurre con Hay tanto que quiero contarte y su escapada a la nieve-, para describir sus propios sentimientos como refuerzo de la imagen o como acompañamiento de esta, no tratándose solo de música extradiegética o diegética sino que las canciones transcurren entre esos dos mundos todo el rato y van a cambiar de significado continuamente.
En último lugar cabría hablar sobre su final ambiguo, el cual nos puede dar la esperanza de una segunda temporada, ya sea esta mediante un nuevo comienzo si Lina decide volver con Nico y no marcharse a la India -o marcharse juntos- o, encontrar en ella la visión de Nico, es decir, su proceso de duelo. Este final abierto nos muestra otra vez el duelo contrapuesto de ambos personajes ya que ella ha conseguido avanzar y él vuelve ya que no ha podido olvidarla pero antes de que Lina responda, «El tiempo que te doy» termina, dejando al espectador con cierta duda. No ha habido final feliz pero hemos podido contemplar como sí ha habido momentos de felicidad; no ha habido un dolor interminable porque hemos contemplado la superación del duelo así que tal y como decíamos al principio, ha habido un poco de luz y otro de oscuridad. Y sí, puedes hacer una maratón con esta serie y verla en poco más de dos horas, como si se tratase de una película, pero va a calarte tan a dentro que no vas a conseguir olvidarla. Y es que pese a tratarse de una historia de ficción, ¿quién no ha deseado alguna vez que el tiempo fuera un breve suspiro, un leve parpadeo, con tal de no sucumbir al dolor? ¿Quién no ha sentido ese hueco insondable que deja la persona amada cuando ya no está?