Maestría, coralidad y coherencia. Los tres calificativos que aplicábamos a las tres partes de "El padrino" al tratar de la primera, que de nuevo recordamos aquí y en los que nos reafirmamos.
En aquella reseña destacábamos el tiempo de reclusión siciliano del joven Michael (Pacino), ese recreo antropológico por aquellas secas tierras del sur. Pues bien de esta segunda entrega volvemos a preferir la parte que nos muestra el origen de la familia Andolini y su caída en desgracia ante Don Giggio que tanta sangre va a derramar. La llegada del niño Andolini a Nueva York y su ascensión social dentro del mundo de la mafia hasta llegar a Don Vito, con su particular forma de entender la familia, la amistad y la fidelidad.
Un Don Vito que entrega al final su padrinazgo a Michael, el menor de la familia, que lo ejercerá más pensando en la "famiglia" que en la familia de sangre.
Impecable también la recreación de la novela de Puzzo, guion, realización, ambientación, interpretaciones.
Otra vez todo perfecto.
Grazie Corleone.