Parece que Disney no tiene suficiente con convertir sus clásicos animados en acción real, también debe reinventar sus personajes míticos, y en este caso una de las más conocidas villanas que tiene, o mejor dicho tenía, porque resulta que ya no lo es tanto. Ahora Cruella De Vil ni es tan cruel ni tampoco demasiado vil, solo lo justo y necesario para resultar políticamente correcta y accesible para el mayor público posible. Y es que estamos ante un reinicio, que no precuela, de la historia de 101 dálmatas, situada en una especie de universo paralelo con nombres familiares pero comportamientos diferentes, que intenta justificar por que todo el mundo es como es y hace lo que hace.

Y pese a toda esta desmitificación, lo cierto es que les ha quedado un película, demasiado larga, pero resultona, con una Emma Stone que brilla con más luz cuanto más oscura se pone, protagonizando una entremezcla de tragedia griega, con thriller de robos y comedia negra, y enfrentándose a una némesis tocaya de alta costura como Emma Thompson. Ambas empequeñecen dentro y fuera de la pantalla a sus compañeros de reparto, y sin duda son lo mejor de este dispendio de medios y reciclaje de ideas que supone un, por fortuna, entretenido largometraje.

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