Hay una serie de personajes que han sobrevivido a sus autores, que los han traspasado y que han llegado a la posteridad, dejando a las pluma que los creó en un segundo plano. Esto no deja de ser un poco injusto, pero así es. Esto ha pasado con Drácula, con Frankenstein, con James Bond y cómo no, con Sherlock Holmes. Todo el mundo los conoce pero sus autores no han corrido la misma suerte. Este fenómeno se repite en la actualidad también ocurre con Harry Potter o con el gilipollas de Christian Grey.
Por otro lado, han sido tantos los actores que han encarnado al detective de Baker Street y tantas sus adaptaciones que es muy difícil quedarse con una. Cada una tiene sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, y en esta ocasión, en este film se nos cuenta el hipotético enfrentamiento del mejor detective de la historia contra Jack el Destripador. Así, realidad y ficción se mezclan y se retroalimentan en un film distraído, interesante y por momentos excepcional con una parea protagonista que desprende química porque el director Bob Clark se da cuenta de que tan importante es el personaje de Holmes interpretado majestuosamente por Christopher Plummer, como el de Watson, al que aporta su presencia y porte James Mason.
Un gran clásico para pasar un más que buen rato.