Se trata de una película de iniciación, por decirlo así, al estilo “Cuenta conmigo” de Rob Reiner, pero trata algunos aspectos diferentes.
A diferencia de la película basada en el cuento de Stephen King, este film presta mayor atención en la incomprensión más que en la camaradería de los adolescentes. Una incomprensión de varias facetas: la de los padres hacia los hijos y la de los propios amigos ya que estas relaciones de amistad que se enturbian cuando aparece la muchacha que abre la caja de Pandora, es decir, el amor pasa a sustituir a la amistad como lo que mueve las relaciones de la adolescencia. Este es un paso hacia la madurez pero que genera incomprensión ya que se suele ver como una traición, aunque sólo sea un estadio más hacia la realización total del ser humano.
También hay que destacar lo bien que retrata el director es la prisa que tienen los adolescentes por abrazar la libertad de la madurez (pobres ilusos) y llegar a vivir en un mundo que aún no es el suyo pero que en poco tiempo, les pertenecerá de pleno derecho.
En definitiva, un emocionante viaje iniciático (emocionante en el sentido de que está lleno de emociones, que están a flor de piel) en el que se tratan los problemas derivados de la incomunicación, de la culpa o mejor de la responsabilidad (de los padres, que se acusan los unos a los otros de lo que pueda ocurrir) y de la amenaza que siempre está presente en el mundo de los adultos (esa metafórica serpiente). Del mismo modo, se puede reflexionar sobre cómo nuestra sociedad depende del mundo consumista, ya que se tienen que buscar la vida para ir a comprar, ya que (como es normal) no pueden alimentarse de lo que les da la tierra.
Por último, la aparición de la muchacha hace que el mundo perfecto de los chicos (la infancia) se desvanezca, y se pase a uno más problemático (la edad adulta).