Algo que me gusta del cine de animación es que si se hace bien, puede ser disfrutado por un amplio abanico de edades. «Wall·E» es un buen ejemplo, los niños se divierten con las desventuras del simpático robot, pero la película posee una sensibilidad que será mejor apreciada por una persona adulta. No es el caso de «Los Croods», un producto dirigido únicamente al público infantil.

La trama gira en torno a una idea trilladísima que ya hemos visto miles de veces. Una adolescente con ganas de vivir experiencias se revela contra el padre que sólo quiere lo mejor para ella. Súmale a esto unos cuantos secundarios graciosetes y ya tienes la fórmula mágica. Desde la primera escena queda claro que el humor va a consistir en golpes y estupidez. El carisma brilla por su ausencia, siendo el padre el único personaje con el que conseguí empatizar un poco. El resto de la familia es meramente anecdótica, incluso la supuesta protagonista, la cual se convierte en un florero (uno muy feo) desde el mismo instante en que aparece el chico.

Había leído buenas críticas del apartado artístico, y bueno, quizá en los paisajes, porque el diseño de personajes y criaturas no tiene nada de especial. Sin ir más lejos, yo mismo he diseñado criaturas más ingeniosas con el creador del Spore. La mayoría de animales en esta película son simples combinaciones de dos animales reales. El dientes de sable, por ejemplo, sólo cambia en la macrocefalia y el color de su pelaje, que se corresponde con una especie de loro existente, el Ara ararauna.

Lo cierto es que me interesé por esta película por su nominación al Oscar, pero bueno, tampoco esperaba mucho de un estudio que por cada «Shrek» o «Cómo entrenar a tu dragón», desarrolla diez truños como «Madagascar» o «Turbo».