El personaje de Tula es especialmente complejo. Representa en cierto modo la represión y la revolución, algo muy difícil de digerir para mentes manidas. Tula por un lado siente el deber de cuidar a sus sobrinos tras la muerte de su hermana, de atender todas las labores del hogar y de velar por su cuñado. Por otro, tiene por seguro que es una mujer independiente, con recursos, criterio y casa propia. Pero la convivencia se tornará un quebradero de cabeza, ya que lo habitual en este estilo de vida y en este contexto histórico sería casarse con Ramiro. Pero no puede, quizá porque quiere demasiado su entereza y su autonomía, quizá porque sería una perversidad moral imposible de sobrellevar para ella y por el 'que dirán' en esta España de hondas raíces católicas. En este contexto, la cuestión sexual explosiona de forma nuclear y traumática en la trama, tras la petición de matrimonio por parte de Ramiro. La tensión sexual es palpable en el ambiente, en este juego que tergiversa toda lógica del 'quiero pero no puedo'. Mediante planos, secuencias detalladísimos, el respirar de una flor, el abrir de piernas, el comer fruta, todo nos hace pensar en lo mismo. Y en estas, Ramiro no aguanta e intenta violarla pero ella se resiste y luego le perdona, y luego viola a Juanita y ella le perdona pero pierde todo lo que quería. ¿Le perdona porque lo ama a pesar de todo, o quizá porque no tiene alternativa? Aquí va la crítica mordaz a la cultura de la impunidad nacionalcatólica.