La razón que encuentro que “Un lugar tranquilo” esté disfrutando de una excepcional acogida tanto de crítica como de público quizás sea la misma que me ha impulsado a defenderla: ante el desolador panorama del cine de “suspense” y de terror, es grato encontrar una película con ciertas dosis de riesgo, al menos que se diferencia de lo que el género nos tiene acostumbrados, sobre todo viniendo de grandes productoras y que, aún contando con ciertos convencionalismos, juega con el espectador sin espacio al aburrimiento. De hecho se ha convertido en la sorpresa de la temporada y es, lo que se suele llamar en el mundo del espectáculo, el que probablemente será el “sleeper” del año, o lo que es lo mismo, un producción que ha costado por de bajo de los veinte millones y cuyas recaudaciones se podrían multiplicar casi por diez solamente en Estados Unidos, un negocio más que redondo con el que muchos productores sueñan.


Me extraña que ningún crítico profesional haya señalado que “Un lugar tranquilo” tiene cierto aire de cine galo. Su premisa, y ciertas similitudes argumentales, me retrotraen a 1983 con “Kamikaze 1999 (El último combate)”, de Luc Besson, donde el silencio, por diferentes justificaciones, imperaban en la película, aunque, todo haya que decirlo, me parezca más meritorio el film de Besson, rodado en impresionante cinemascope y brutal blanco y negro, y que triunfó ese año en Sitges, aunque nadie en la actualidad parezca recordarlo. A esa influencia le añado el “look” de su protagonista, Emily Blunt, que parece inspirado en la apariencia de la bella actriz francesa Emmanuelle Béart en la época que era detenida por participar en manifestaciones "liberales". Una actriz a la que tenemos aprecio. Y se podría decir lo mismo en esta ocasión, dicho sea de paso, de Emilily Blunt que logra su mejor trabajo actoral hasta la fecha.


Y el caso es que el resto de los actores hacen un trabajo más que digno, incluyendo al artífice absoluto del proyecto, John Krasinski, que no solo está como actor, y que por cierto está algo más entonado de lo habitual. También anda involucrado en su guión junto a Bryan Woods y Scott Beck, los creadores del argumento, siendo uno de los productores ejecutivos y desempeñando además el cargo del director, con cierta desenvoltura y con varios momentos muy logrados. Se ve que este proyecto que Krasinski y Blunt, pareja en la vida real, mimaban desde hace algún tiempo, ha dado sus frutos. Incluso superan la prueba los jóvenes Noah Jupe como Marcus y sobre todo como Regan, nombre que siempre nos evoca a Linda Blair en “El exorcista”, Milliecent Simmonds, actriz a la que vimos silenciosa en “Wonderstruck. El museo de las maravillas”, demuestra una vez más que el hecho de ser sorda en la vida real, no es impedimento para lograr una interpretación más que convincente.


El equipo técnico, como es habitual en cualquier producción cuidada, hace un buen trabajo, sobre todo en efectos de sonido. Sus comedidos efectos visuales se inspiran en “Alien” cruzados con la saga jurásica de Spielberg, pero son buenos. Marco Beltrami, experto en films de acción, también hace uno de sus mejores trabajos con momentos demasiado inspirados en el inolvidable Jerry Goldsmith.


Para concluir: es una película que hará que los “fans” del género crean que aún puedan estrenarse productos, que sin ser obras maestras, sean buenos y tengan la capacidad de calmar sus necesidades, haciéndoles creer que se pueden tener esperanzas y que el futuro nos puede brindar más aún. Eso sí. Me encantaría poder recomendar su visión al gran Chicho Ibáñez Serrador. Desde que vi “¿Quién puede matar a un niño?”, de 1976, hay ingredientes que pocas veces he vuelto a ver en cine y supongo que a él le encantaría ver cómo lo han utilizado. No digo más por no hacer "spoiler". Supongo que lo disfrutaría y vayan por adelantado mis disculpas si no es así, que lo dudaría...