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Voto de Maggie Smee:
4
6.0
2,084
Drama
Fabienne es una de las grandes estrellas del cine francés, una actriz que reina entre los hombres que la aman y admiran, pero en su mundo interior tiene grandes conflictos con Lumir, su hija. Lumir viaja con su marido e hija a París cuando se publican las memorias de su madre. El encuentro no tardará en convertirse en enfrentamiento: se revelarán verdades, se ajustarán cuentas, se hablará de amor y de resentimiento. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2019
28 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me ocurre muy a menudo, pero al término de la proyección dudaba si inclinarme a recomendarla (con cierta benevolencia) o desecharla. Finalmente, me decidí por la segunda opción. Hay factores en ella que están cuidados pero no por ello salvan la película, cuyo principales lastres son es el tedio y su frialdad. Yo al menos salí tal y como entré. Es cierto que hay plasticidad en algunas de sus imágenes, algunos diálogos recurrentes y que, sobre todo el trabajo de sus actrices es correcto, pero no sentí absolutamente nada. No hay ni altos ni bajos y todo es monocorde, como un encefalograma plano. Tampoco esperaba en ningún momento un estallido ni de drama ni de comedia, pero sí alguna progresión de sus personajes, cosa que no ocurre, y eso me ha impedido su disfrute.
Ahora pasaremos al espacio del “spoiler,” pero en definitiva, “La verdad” forma parte de esos títulos con que la crítica se vuelca, quizás porque su director, Hirokazu Koreeda, viene precedido de algunos éxitos en festivales de prestigio como Cannes, donde consiguió la codiciada Palma de oro entre otros premios, Venecia, Valladolid o San Sebastián y nadie se atreve a darle ni un tironcito de orejas, cosa que le vendría bien, para que no se duerma en el trono donde está bien protegido.
Ahora pasaremos al espacio del “spoiler,” pero en definitiva, “La verdad” forma parte de esos títulos con que la crítica se vuelca, quizás porque su director, Hirokazu Koreeda, viene precedido de algunos éxitos en festivales de prestigio como Cannes, donde consiguió la codiciada Palma de oro entre otros premios, Venecia, Valladolid o San Sebastián y nadie se atreve a darle ni un tironcito de orejas, cosa que le vendría bien, para que no se duerma en el trono donde está bien protegido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
SPOILER
Los conflictos familiares son del gusto de su director y también guionista Hirokazu Koreeda. Aquí tiene la oportunidad de plantear el mundo de madre- hija, con la ventaja de que la madre es una actriz de renombre y puede pasar también de la vida cotidiana al rodaje- mundo de ficción. Además, su protagonista, la actriz, acaba de escribir un libro autobiográfico, “La verdad”, donde precisamente no cuenta nada que sea real.
Su hija acaba de venir de Nueva York con su pareja, un actor de segunda clase en espera de su oportunidad, aficionado a la bebida, y su pequeña nieta.
Estos ingredientes, mil veces vistos y tratados, aquí se desplazan como agua y aceite. Jamás se logran entremezclar, cada cosa va por su lado y, a medida que se avanza, estas relaciones parecen estancadas en el mismo espacio, aburriendo al espectador, porque son seres anodinos, sin enjundia.
Deneuve, con extraños problemas de movilidad antes de su ictus en la vida real, no termina de desmelenarse por mucho que se cepille su cabellera en el film, aunque demuestre su indudable capacidad para estar frente a una cámara. Eso es innegable. Hay momentos en que parece que se va a transformar en Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses” o en Valentina Cortese en “La noche americana”, pero no ocurre. Tampoco se trata de una especie de “Sonata de otoño”. Simplemente es una actriz, cercana a lo que es una mentirosa compulsiva y egocéntrica, sin más.
Juliette Binoche es su hija, su nexo con el mundo exterior, la que resquebraja la burbuja que se ha creado Fabienne, su madre. Hacía tiempo que no veíamos a una Binoche que recurría a sus infalibles resortes para salvar su trabajo, puede que porque se sintiera muy insegura con un personaje tan endeble o con un director que no sabía extraer de ella lo suficiente. El caso es que ella, también dominadora de su arte, logra sacar a flote un trabajo que otras no hubieran podido. Binoche ya ha demostrado a lo largo de su carrera, que cuando tiene un personaje como Dios manda, logra estar estupenda y bella, muy bien maquillada para parecer no que no lo está, lo que le da mayor naturalidad. Y se nota que incluso tira de su compañero, Ethan Hawke para que no se sienta “vendido”. Pero el caso es que en el film está casi de pegote. Sus incursiones en el cine europeo, será para darle un toque exótico a su filmografía, aún no han dado en el clavo, y es que un actor más adulto, con aroma de “perdedor”, hubiera sido más apropiado.
Las actrices de reparto funcionan, están bien, sobre todo Manon Clavel. Pero ahí queda en plato fuerte. El resto del equipo solventa y punto, sobre todo en su banda sonora, al principio casi inexistente y ya, en su parte final se le da más importancia, está más presente. Me da la impresión de que lo que el guión no podía dar, se confió a su música y a las preciosas tomas del jardín de Fabienne.
En definitiva, al menos para mí, “La verdad” se queda como un “correcto” film fallido. No hay nada en ella que sea irritante, pero tampoco nada que te invite a sentirla. Una oportunidad perdida, con un reparto desperdiciado y un argumento que podía haber contado muchas cosas, tanto a nivel de sentimientos o para desmitificar el mundo del cine. El sacar a un director de su mundo, sea en una Francia deseosa de encontrar autores o en Hollywood, tiene, a veces sus consecuencias.
Los conflictos familiares son del gusto de su director y también guionista Hirokazu Koreeda. Aquí tiene la oportunidad de plantear el mundo de madre- hija, con la ventaja de que la madre es una actriz de renombre y puede pasar también de la vida cotidiana al rodaje- mundo de ficción. Además, su protagonista, la actriz, acaba de escribir un libro autobiográfico, “La verdad”, donde precisamente no cuenta nada que sea real.
Su hija acaba de venir de Nueva York con su pareja, un actor de segunda clase en espera de su oportunidad, aficionado a la bebida, y su pequeña nieta.
Estos ingredientes, mil veces vistos y tratados, aquí se desplazan como agua y aceite. Jamás se logran entremezclar, cada cosa va por su lado y, a medida que se avanza, estas relaciones parecen estancadas en el mismo espacio, aburriendo al espectador, porque son seres anodinos, sin enjundia.
Deneuve, con extraños problemas de movilidad antes de su ictus en la vida real, no termina de desmelenarse por mucho que se cepille su cabellera en el film, aunque demuestre su indudable capacidad para estar frente a una cámara. Eso es innegable. Hay momentos en que parece que se va a transformar en Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses” o en Valentina Cortese en “La noche americana”, pero no ocurre. Tampoco se trata de una especie de “Sonata de otoño”. Simplemente es una actriz, cercana a lo que es una mentirosa compulsiva y egocéntrica, sin más.
Juliette Binoche es su hija, su nexo con el mundo exterior, la que resquebraja la burbuja que se ha creado Fabienne, su madre. Hacía tiempo que no veíamos a una Binoche que recurría a sus infalibles resortes para salvar su trabajo, puede que porque se sintiera muy insegura con un personaje tan endeble o con un director que no sabía extraer de ella lo suficiente. El caso es que ella, también dominadora de su arte, logra sacar a flote un trabajo que otras no hubieran podido. Binoche ya ha demostrado a lo largo de su carrera, que cuando tiene un personaje como Dios manda, logra estar estupenda y bella, muy bien maquillada para parecer no que no lo está, lo que le da mayor naturalidad. Y se nota que incluso tira de su compañero, Ethan Hawke para que no se sienta “vendido”. Pero el caso es que en el film está casi de pegote. Sus incursiones en el cine europeo, será para darle un toque exótico a su filmografía, aún no han dado en el clavo, y es que un actor más adulto, con aroma de “perdedor”, hubiera sido más apropiado.
Las actrices de reparto funcionan, están bien, sobre todo Manon Clavel. Pero ahí queda en plato fuerte. El resto del equipo solventa y punto, sobre todo en su banda sonora, al principio casi inexistente y ya, en su parte final se le da más importancia, está más presente. Me da la impresión de que lo que el guión no podía dar, se confió a su música y a las preciosas tomas del jardín de Fabienne.
En definitiva, al menos para mí, “La verdad” se queda como un “correcto” film fallido. No hay nada en ella que sea irritante, pero tampoco nada que te invite a sentirla. Una oportunidad perdida, con un reparto desperdiciado y un argumento que podía haber contado muchas cosas, tanto a nivel de sentimientos o para desmitificar el mundo del cine. El sacar a un director de su mundo, sea en una Francia deseosa de encontrar autores o en Hollywood, tiene, a veces sus consecuencias.