Pierde mucho de lo que tuvimos en la primera entrega, sobre todo en intensidad y ritmo. La estupenda introducción parece anunciar un espectáculo digno, pero acaba desinflándose por no centrarse en lo que verdaderamente el espectador quiere.

Dispersa de más, con una duración esperable pero que se hace especialmente larga. De alguna manera lo que uno ve en pantalla gusta en todo momento, pero cuando termina de verla no deja poso alguno. Ni siquiera Redmayne despierta ese carisma que tiene. La sensación general es la de que no aporta nada nuevo y huele a una película que se hace más desde la taquilla que desde el corazón.