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Voto de Cinemagavia:
9
Cine negro. Intriga En el siglo XVI, los Caballeros de la Orden de Malta regalaron a Carlos I de España y V de Alemania la estatuilla de un halcón de oro macizo con incrustaciones de piedras preciosas. Era una muestra de gratitud por ciertas prerrogativas que el monarca les había concedido. Sin embargo, la joya no llegó nunca a manos del Emperador, ya que la galera que la trasportaba fue asaltada por unos piratas. Cuatrocientos años después, el detective ... [+]
5 de noviembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El nacimiento de un estilo

Si nos centramos en las raíces del género negro, lo conveniente es fijarnos previamente en la faceta literaria. En sus inicios, allá por los años 20, no era una literatura considerada de gran pedigrí. Se trataba de un producto pulp, que a veces se editaba por fascículos en revistas como la ya mítica Black Mask. Allí escribieron dos de los padres de la novela negra: Raymond Chandler y el propio Hammett. De hecho El Halcón maltés, vio la luz en esta publicación en el formato de literatura por entregas, en 1929. Como antecedente también se suele citar al relato de Hemingway Los asesinos, publicado en 1926, y que no en vano dio lugar a dos excelentes noirs: Forajidos (1946) y Código del Hampa (1964).

Una característica común es el lenguaje directo, escaso en florituras, rudo. Aunque también ingenioso, prolijo en diálogos afilados y observaciones cínicas y nada complacientes. Porque esta literatura no está poblada por personajes de moral acrisolada. El héroe cede el paso al antihéroe. Ni siquiera los detectives, como veremos, se libran de actuaciones más bien poco edificantes, de tal modo que la visión del género negro es, en muchos aspectos, decadente.

Hay una huida de otros investigadores clásicos. Sam Spade o Philip Marlowe no tienen mucho que ver con Sherlock Holmes o Hercules Poirot. La novela negra es un asunto más sórdido, más sucio. Raymond Chandler al referirse al propio Hammett dijo que "alejó el asesinato del jarrón veneciano y lo llevó al callejón". Quizá por ello no gozó de especial predicamento entre los popes de la crítica. Sin embargo, algunas mentes prestigiosas y avezadas pregonaron sus virtudes dándole prestigio. En el caso de España fue Luis Cernuda quien habló maravillas de estas novelas. Con sus diversas metamorfosis, hoy sigue siendo un género en plena forma.

*Del papel a la pantalla

El Halcón maltés fue comprendido a la perfección por John Houston, cuyo volcado del papel al celuloide fue ejemplar y coherente con las fuentes. El montaje de la película es directo, rápido, con el propósito de evitar lo superfluo y centrarse en la peripecia. Lo cual no significa que por el camino no vaya dejando muestra de estilo. La fotografía tenue, de algún modo flirteando con el expresionismo alemán (algo habitual en casi todos los noirs clásicos), confiere una atmósfera misteriosa en lo visual y concordante con el espíritu turbio de los personajes de la novela. Algunos contrapicados, y también alguna escena en particular, como una determinada conversación entre Sidney Greenstreet y Humphrey Bogar, tienen una planificación de gran meticulosidad.

El Halcón maltés, tanto novela como como película, nos cuenta las aventuras de Sam Spade (Humphrey Bogart) un detective privado que comparte una agencia con su socio Miles Archer (Jerome Cowan). Un día reciben la visita de Ruth Wonderly (Mary Astor) quien les encarga vigilar al tipo con el que ha huido su hermana. Archer se encarga inicialmente del trabajo, pero la primera noche es asesinado. A partir de aquí se inician una serie de enigmas de muy mal aspecto. Para empezar el verdadero nombre de Ruth es Brigid O'Shaughnessy, que anda a la busca, como otra serie de personajes, de un valioso halcón esculpido con incrustaciones de todo tipo de joyas.

Es curioso que el detonante de la avaricia y la mezquindades de los principales personajes tenga un origen entre los histórico y lo arqueológico. El tal halcón fue un tributo de la orden de los Caballeros de Malta al emperador Carlos V por cederles la isla homónima, tras el asalto otomano a Rodas, su anterior asentamiento.

*Todos van tras El halcón maltés

En el género del cine negro la caracterización y el estudio de personajes son una característica importante. En una época en que los arquetipos todavía se estaban construyendo hay algunos elementos de El Halcón maltés que resultan un tanto pintorescos. Por ejemplo, la ligeramente extravagante pandilla de delincuentes que van tras la estatuilla del halcón. De un lado está Joel Cairo (Peter Lorre), un personaje refinado hasta el amaneramiento (en la novela se sugiere su homosexualidad) con un peculiar aire exótico. Está también Casper Gutman (Sydney Greenstreet), el ideólogo de la búsqueda del halcón al precio que sea.

Gutman, parece un excéntrico bon vivant con mucho tiempo para buscar valiosas reliquias, y que bajo cierta educada afabilidad esconde una falta total de escrúpulos. La mencionada Brigid es el punto ambiguo, la necesaria dosis de un personaje cuya catadura moral va de un lado a otro de la balanza según los descubrimientos que se van haciendo. Si Houston hizo una buena translación a la narrativa del cine, los actores refrendan los que de ellos sabemos mediante la novela. En este punto, por lo tanto, la fidelidad a las fuentes es también muy alta. Particularmente la actuación del gran Peter Lorre está particularmente conseguida, y quizá no tanto la de Mary Astor.

Humphrey Bogart no es que interprete a un detective. El es EL Detective. Así, con mayúsculas. Aunque solo sea porque además de a Sam Spade, posteriormente interpretó a Philip Marlowe en la magnífica El sueño eterno (1946). Los detectives clásico de la novela negra por antonomasia. Pero es que parecen papeles diseñados ad hoc para él. O quizá fuera que el propio Bogart los diseñara. Imaginen al detective arquetípico: duro, cínico, entre humo de tabaco y femmes fatales. También fatalista, y a veces flirteando con lo amoral.

*La búsqueda de El halcón maltés

Y es que, como decíamos al principio, la novela negra no idealiza absolutamente nada. Tampoco su émulo cinematográfico. El propio Spade, a priori, tiene algunas sombras. Hace justicia a su modo, no siente especial pena por la muerte de su socio, con cuya esposa, por cierto, tiene un lío.
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Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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