No voy a insistir en aclamar religiosamente a "Vértigo" como una de las obras de arte más supremas que se hayan hecho jamás, puesto que ya muchas críticas de entendidos han redundado lo suficiente en la catarata de virtudes que nos ofrece este drama psicológico.

En muy contadas ocasiones he tenido la ocasión de ver una pareja protagonista tan excelsa y genial como Jimmy Stewart y Kim Novak. Qué barbaridad. Cómo en una sola escena o en unos solos segundos son capaces de transmitir varios tipos de pensamientos y sentimientos duales. Casi se podría decir que ¡no les hace falta hablar! Sin diálogos el argumento llegaría igual al espectador, por supuesto, ayudado por la mano del genio Hitchcock, que insinúa pero no enseña; nos guía, pero a la vez juega con nosotros.

La carga de emotividad es absoluta, la elección de exteriores, insuperable, los secundarios - como siempre -, excelentes (en especial la antigua novia del detective retirado), y, sobre todo, la banda sonora, una obra maestra musical por derecho propio. "Vértigo" rompe con todos los moldes establecidos en dos horas de preciosa ensoñación.