No podemos desmarcar a Ridley Scott de la acción, por mucho que queramos, ya está encasillado, yo no podría imaginarlo dirigiendo, por ejemplo, una comedia romántica, ahora rescata un mito popular para otorgarle su sentido del espectáculo.

Están de moda las precuelas, y Robin Hood no podía ser menos, todos los héroes han tenido su origen y es un buen filón para planificar una película, pues otorga mucho margen de maniobra y mayor libertad. El argumento no está mal concebido, aporta típicos clichés del género, traiciones y amistad arraigada, grandes batallas y lugares comunes; por tanto en ese aspecto la película no es rompedora, pues los escenarios que recorre han sido vistos muchas veces, y las batallas tampoco generan sorpresa alguna (algunos asedios recuerdan a Juana de Arco); quizás la última en la costa, pues recuerda poderosamente al desembarco de Normandía de otros films, con barcazas y proyectiles incluidos. La acción preside buena parte de la trama por tanto, y sin duda son estas las escenas más conseguidas, puesto que cuando quiere convertirse en pseudo-drama naufraga con estrépito.

Los personajes están desaprovechados, pues los diálogos pretenden ser trascendentales sin conseguirlo, y a duras penas consiguen progresar en la trama, no la hacen creíble por sus interpretaciones, sobre todo cuando se refiere a la pérdida de seres queridos, ¿dónde está la pasión?, parece más bien como si se alegraran de las tragedias; además los héroes son los típicos personajes que aniquilan a todo enemigo que ose enfrentarse a ellos. La inclusión de los niños salteadores no aporta absolutamente nada a la historia.

Donde mejor se desenvuleve la película es en las escenas de acción, muy espectaculares y entretenidas, apoyadas además por unos escenarios singulares, los bosques y fortalezas que muestran la película aportan mayor interés visual, y con buenas músicas populares incorporadas al conjunto.

La película se sigue con interés, pues al menos trata de aportar una visión diferente al melenudo asaltante de caminos que interpretó Kevin Costner, y se aleja del clásico Errol Flynn; creando una historia sobre los orígenes de la leyenda, donde se codea con la nobleza de Inglaterra y hasta decide el destino de su país. De esas versiones no ha quedado aquí ni rastro. Buen intento el de Scott, pero habrá que esperar para superar a Gladiator...