Pues a ratos me parece Bestias del sur salvaje esa película del año, ese asombro narrativo, esa sorpresa que nos encontramos de cuando en cuando. A ratos me parece eso y a ratos me parece una obra repleta de intenciones mayores. De película hecha por otros. Impronta, toda, la del director, Benh Zeitlin, sello personal, sin duda. Original, no tanto. Cine independiente por los cuatro costados. Premio en Sundance de libro. Pero un tanto ensimismado, reiterativo. Adolece de ombligo cinematográfico. Le cuesta avanzar al director, le cuesta dar un paso, le quieres decir que te gusta lo que quiere contar, pero también que no te quedes en el camino. Deja un poco de quererte tanto.

Es debut y las influencias pueden ser tan dispares como ciertas: Malick, Spike Jonze. Es meritorio jugárselo todo a una carta, la apabullante presencia infantil de Quvenzhané Wallis. Quizá la voz en off... Pero ese paso que no da y que cuando lo da ya está la película avanzada... Parsimonia, pero bellos planos salvajes. Nerviosa en ambos sentidos, el loable y el otro. Y lo mismo: sin tregua, sin respiro. O querer hacer una película grande. Conlleva riesgos pretender eso. Ahora bien, se la ha querido jugar Zeitlin y por ello aplaudo. Aunque el gol no sea por la escuadra.