Takashi Miike pone todo su empeño, una vez más, en realizar una pieza deliberadamente desagradable y bestia con retorcidos giros en un guión plano en su fondo.

Dolor, sangre, torturas, palizas y salvajadas varias son el menú que nos propone Miike para poner la guinda a modo de postre con varios toques de humor para quien así los quiera ver. La mezcla de ciertos excesos de todo tipo junto con las reacciones de aquellos personajes que los sufren o contemplan, hacen que no te puedas tomar nada en serio de lo que estás viendo y esto es algo piadoso a la hora de “suavizar” lo que el director nos plasma en pantalla, que no es poco.

No me gusta el gore pues lo considero absurdo y vacío y, en cierto modo, Ichi lo es. Pero no todo aquí es gratuito aunque no lo parezca. Mostrar una violencia exagerada con la que sus personajes quedan ridiculizados y muestra la estupidez de ésta, es una de las claves de la obra de Miike.