Nacho G. Velilla parece haber estudiado bien los resortes de la comedia, especialmente al maestro Billy Wilder. Busca un argumento con gancho, crea una buena muestra de personajes, los dota de personalidad y conflictos internos y a todo el conjunto de unas buenas situaciones con diálogos chispeantes, en algunos casos reiterados para mayor comicidad.
Aún así, ¿qué falla para que todo este conjunto de ingredientes no genere casi ninguna risa?
La película se ve con facilidad por la familiaridad del conjunto. Llena de tópicos y frases mil veces sentidas en los pocos rigurosos análisis sobre la crisis social y económica vivida en nuestro país en la última década. Ni siquiera el contrapunto original del personaje interpretado por José Sacristán se sale del tópico. Si en los setenta nos trajeron películas coyunturales como "Vente a Alemania, Pepe", ahora tampoco se ha creado un título para recordar por su valor cinematográfico.

Al margen de algunas interpretaciones torpes, lo peor es la falta de malicia del conjunto.
Una pena, porque podría haber sido una gran comedia.