Nos encontramos ante el típico ejemplo de cine intelectual que busca la profundidad en la confusión, que equivoca estética con suciedad (los cambios de lentes y proporciones del encuadre son horrorosos) y que desprecia al público que no la valorará bien.
Contiene una de las escenas más bochornosas que he visto últimamente, en una especie de lavandería pública, y si no la he entendido en su complejidad no creo que sea porque soy estúpido. Lo puedo ser por otros motivos, sin duda, pero no por no entender la mente retorcida de su autor.
Con la excusa de revisar un clásico universal Sokurov nos endiña un engendro de mucho cuidado. Por suerte, a estas alturas, ya no caen tantos pseudo cinéfilos como hace años.
Y le pongo un 4 es porque técnicamente es correcta y los actores son profesionales y hacen lo que les pide el director.