El cine como un producto meramente de entretenimiento, inmerso por completo en la cultura del ocio, no es de ahora, lleva toda la vida. La diferencia es la importancia, cantidad de películas y número de espectadores que siguen este modelo.

Cuando esto se convierte en mayoritario con respecto a otros fines o usos, es en los años ochenta. Por eso muchos de nosotros no tenemos a esa década que nos tocó vivir de primera mano tan idolatrada en cuestiones cinematográficas, aunque hay que reconocer que se realizaron muchas obras maestras y además salvó al cine mundial de una crisis que llevaba desde la segunda mitad de los sesenta.

Directores como Emile Ardolino pertenecen a ese núcleo central del cine como pasatiempo. Muchas de sus películas son famosas e incluso entretenidas, pero no son buenas. El problema es que si se entiende el arte contemporáneo como cultura hedonista, entonces sí que sus películas pueden valer a mucha gente. Perfecto para ellos. Yo necesito algo más.

“El cielo se equivocó” es una comedia romántica muy mediocre, que levantó una gran expectación en su momento, estamos hablando de una actriz como Cybill Shepherd, que era la reina de la televisión con “Luz de luna” y el director de "Dirty Dancing”. Es decir, que aunque no sonaba a calidad, por lo menos sí olía a dinero. Pues ni eso.

Lo grave es que cuando uno acepta los vicios con normalidad, ya no se vuelve atrás jamás.