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Voto de irian hallstatt:
7
Drama. Documental Nansal, la hija mayor de una familia de nómadas mongoles, encuentra un cachorro mientras recoge leña para su madre en un campo cercano a la casa familiar. Desde el primer momento se encapricha del perrito, pero su padre tiene miedo de que les traiga mala suerte, ya que cree que puede haber convivido con lobos, y le pide que se deshaga de él. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2006
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo por el festín visual que el espectador puede darse con esta película ya merece la pena ir a verla. Entre la sobrecogedora belleza paisajística del país, con espléndidos decorados naturales, y la cuidada belleza plástica de la que se han esmerado en dotar a la película en todos sus aspectos: vestuario, decorados, ambientación, ... les ha salido una obra preciosa como pocas desde hace tiempo. Minimalista y exuberante, toda la película se podría ver como un enorme y colorido tapiz que nos muestra una porción de la vida de Mongolia, que aúna lo bucólico del paisaje con la explosión vital y colorista de la vida de los protagonistas.
Esa mayor preocupación por el acabado artístico y ornamental, la aleja de la expresión sencilla, natural y realista, sin artificios, del cine documental en general; carácter que si tenía La Historia del Camello Que Llora. En este aspecto, El Perro Mongol es más artificiosa, sin que ello le reste valor documental, pues pese a que el anterior trabajo se presentó como documental, y este no, la verdad es que no deja de serlo. Su pretensión, aparte de la artística, es volver a mostrarnos el modo de vida de las familias nómadas de Mongolia, esta vez en otra parte del país, con una historia diferente, pero a través de la cual se articula el mismo discurso y mensaje, presentando detalles de los que no se ocuparon en el anterior trabajo. No hay narración como en La Historia... pero hay la misma intención de mostrar la vida cotidiana y las costumbres de esas gentes. Esa pretensión guía la película. Su valor documental es mayor que el de la historia que narra.
Volvemos a encontrarnos con un sensible canto a la vida natural y sin artificio de los habitantes nómadas de Mongolia; a la comunión con su entorno; a la importancia de la familia; a una humanidad y humildad que persevera aquí mientras se degrada en entornos urbanos más “civilizados”; a la sencillez de una forma de vida que no necesita del consumismo y las naderías a que nos hemos acostumbrado en las sociedades “avanzadas” para llenar ciertos vacíos emocionales, morales, etc.
irian hallstatt
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