A través del cine hemos llegado a diferentes rincones: los abismos de los océanos, la invención de paraísos y de cielos, con dioses de todo tipo y monstruos cada vez más palpables. También, por supuesto, hemos llegado a conocer las diferentes versiones que se dan del espacio y sus sutilezas. Sin embargo, lo realizado por el señor Alfonso Cuarón se sale de la norma. El ejercicio cinematográfico del autor supera con silenciosa elocuencia trabajos previos al respecto.
En amor a la ciencia ficción, podría decir que Gravity es la película del género que más se acerca a la experiencia del espacio para el espectador. No solo carga las angustias y alegrías sobre los personajes de Bullock y Clooney, sino que tiene la fortuna de hacernos sentir el peso de nuestros cuerpos en el mismo espacio. El método parece simple pero requiere más de una noche sin dormir. Plano-secuencias llenos de realismo y encanto, manejo del "sonido" (que solo llevamos en los cascos; si nos fijamos bien, ningún impacto, ninguna colisión, suena), una banda sonora que nos hace transpirar emocionados con la confianza de que alguien no nos dejará perder en el oscuro cielo pese a las más que difíciles circunstancias del "viaje". Cine de primer nivel.
Lo mejor de todo, sin embargo, no tiene que ver ni con el montaje ni con los artilugios a los que usualmente nos vemos sometidos por la maravilla del cine, lo mejor de todo tiene que ver, una vez más, con la puesta a punto de la eterna metáfora de la vida y del viaje, de la experiencia del hombre, su resurgimiento, su sacudida cuando todo parece tristemente definitivo. Aquí, en Gravity hay una historia extraordinaria. Si solo fuera cuestión de efectos y de fotografía (que son realmente obras asombrosas en sí mismas) pues podríamos dedicarnos a ver lo mismo en otros filmes. En este todo funciona para favorecer una gran historia. Eso es lo mejor de todo.