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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
8
Thriller. Drama El día en que Juan (Alberto Ammann) empieza a trabajar en su nuevo destino como funcionario de prisiones, se ve atrapado en un motín carcelario. Decide entonces hacerse pasar por un preso más para salvar su vida y para poner fin a la revuelta, encabezada por el temible Malamadre (Luis Tosar). Lo que ignora es que el destino le ha preparado una encerrona. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado los meses desde que ví en un cine Celda 211. El tiempo en mi cabeza la ha tratado bien. Recuerdo perfectamente su intensidad, su guión eficaz, y, sobre todo, las magníficas interpretaciones de los actores, especialmente la de Luis Tosar. El y la propia película barrieron en la edición de 2010 de los Premios Goya, frente a otras que, como el caso evidente de la de Amenábar, habían sido producidas de un modo fastuoso. ¿Cuánto dinero menos que Agora había costado esta otra de Daniel Monzón, ese joven y para mí desconocido guionista y director mallorquín?

Interpreté eso como un aviso. Está claro que el dinero y los medios son buenos cuando son bien utilizados. Agora gustó aunque sin entusiasmar a nadie, a pesar de que a su director nadie le discute ya un gran talento. Sin embargo, el talento, asociado a una economía de medios, produce resultados excelentes. El cine –y el teatro- se presenta entonces en una escala perfecta para contar historias desgarradoras y cercanas, que nos emocionan o nos hacen pensar. Las superproducciones nos minimizan un poco a nosotros, colocan a los espectadores en una dimensión de pequeños consumidores que, a veces, nos apabulla y nos distancia.

Lo que acabo de decir no es evidentemente una regla de oro porque habría muchos ejemplos contrarios que desmentirían afirmaciones categóricas y simplistas. A lo largo de la historia del cine ha habido grandes producciones que siempre estarán ahí, en nuestra memoria, en nuestro corazón. Sin embargo, encontramos a veces una explosión de belleza, de intensidad dramática, servida en un vehículo mucho más modesto, que, por esa razón, nos conmociona de manera especial: El cuchillo en el agua, de Polanski, algunas películas del Bergman más conciso, otras del más simple Fellini, algunas de las que hizo en México Luis Buñuel, y tantos otros ejemplos de naturaleza y estéticas diferentes. Todas ellas coinciden en la misma fórmula: poco dinero y gran talento.

El futuro de todas las artes está en la adecuación entre continente y contenido, en su simplicidad: cuanto menos, más. Viva lo grande, sin duda, pero vivirá mejor y más tiempo lo que siempre venga envuelto en la dimensión exacta, ni grande ni pequeña.
Paco Ortega
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