Podrá gustarte o no el cine de Eastwood. Su mirada siempre triste, reflexiva y muchas veces crepuscular sobre las relaciones humanas no lo hacen un favorito del público "blockbuster" que busca en el cine diversión y su bolsa de palomitas. Pero es buen cine. Aun en sus películas menos ambiciosas (y esta sin duda lo es), el maestro Eastwood siempre tiene algo bueno que decir y lo hace a su estilo. "Gran Torino" es un film intimista (vaya novedad en Clint) y manejado en un tono pausado, acorde con la edad del protagonista Walt Kowalski, que conforme va abriendo su mente y corazón a un mundo cambiante y diferente (su antiguo barrio es ahora ocupado por inmigrantes asiáticos), se ve inmerso en la vorágine de ese cambio (no siempre bueno) pero en donde finalmente encuentra su propia redención. Al igual que su William Muny de "Unforgiven", el viejo Kowalski tiene pesados lastres en su alma que inesperadamente encuentran su forma de expiación cuando se relaciona con gente a la que inicialmente despreciaba. Pero no se equivoquen. No es un film antiracista y mucho menos una patada al vientre del derechista americano. Es simplemente la historia de un hombre solitario, viudo y alejado de sus hijos, que llega a viejo y no espera muchas cosas de la vida, salvo tener su cerveza, su perra y cuidar su Ford Gran Torino 1972. Pero la vida te da sorpresas y siempre ofrece maneras de reconciliarte con ella. Como siempre maestro Eastwoood, casi nunca decepcionas y este film es una muestra de ello.