Si por algo vale la pena ver esta película es por la gran interpretación del elenco de actrices y actores, que por fortuna están arropados por un guión consistente que nos mantiene despiertos durante las dos horas y media de película. Es una de esas películas que aún conciente de que no estás viendo una obra maestra, te deja un buen sabor de boca por sus entrañables personajes, por memorables momentos cómicos y por un chute de emociones de lo más variadas.

Se deja ver, recordamos que es una película larga que no se hace pesada, gracias a una dirección cuidada que nos lleva por un camino lleno de momentos cómicos, de carcajadas, a esos de querer apartar la vista por sentirte un intruso en casa ajena hasta alcanzar la lágrima. Eso sí, si eres de los fáciles -como la que suscribe-, porque si eres de llanto duro podrás aguantar el tirón entero, ya que en este punto el director no afina del todo, resultando un pelín cargante.

Si bien es un film sencillo, en cuanto a historia, y sobrio técnicamente, sin impactantes planos -a excepción de un par de generales desde el aire-, con una fotografía correcta y un montaje que funciona, sin más, son sus personajes los que engrandecen la película. Llegamos a conocer lo suficiente al grupo de amigos como para empatizar con ellos, entenderlos, quererlos, odiarlos; conmueve verlos relacionarse entre ellos de un modo natural, cercano y muy entrañable.

Si bien el personaje interpretado por Marion Cotillard -Marie- es a mi parecer uno de las luces que más brillan a lo largo del film, favorecida quizás por encarnar a una mujer intensa, el director consigue que cada integrante de este grupo de amigos luzca con luz propia sin que se hagan sombra los unos a los otros.

En resumidas cuentas, una película llena de emoción, con personajes creíbles, mundanos, cercanos, que como muchos de nosotros se niega a mirar sus miserias de frente hasta que la vida hace de las suyas y les pega la patada hasta sus verdades.