Intensísima película que no da tregua al espectador por la tensión de la trama y, sobre todo, por la barbarie real que describe. Cuando ya ha terminado, no te abandona una profunda sensación de impotencia y de desencanto con el género humano (de cualquiera que sea su procedencia), y a la vez sientes la necesidad de obtener más información sobre lo que cuenta. La película no refleja fielmente toda la complejidad y dureza del conflicto de Ruanda y otras zonas de África, pero tampoco lo pretende; simplemente muestra una situación determinada desde unos personajes concretos, y la desarrolla de forma que resulta cinematográficamente bien realizada e interpretada, trepidante y amena. Y desde luego sirve como excusa perfecta para conocer mejor una de tantas páginas negras de la Historia, que puede servir como base para, a partir de ahí, profundizar en lo que sucedió. Aunque, como se evidencia en la propia película (y contrariamente a lo que cabría suponer), son cuestiones que no parecen interesar a buena parte de la gente. Y es que los africanos siguen siendo los grandes olvidados.