Los actores son totalmente desconocidos, y realmente buenos; no hay momentos de vacío, ni en la interpretación ni en el guión, a pesar de algunos silencios prolongados.
No se abusa de la música, pero sí del volumen, siempre en favor de la escena, de modo que acierta nuevamente. Además, es muy elogiable la forma de contar sin mostrar imágenes, logra un relato coherente y ameno de la vida de una familia trabajadora sin suerte.
Por otra parte, los últimos diez minutos del final, que evitan que salga uno con mejor sabor de boca del cine.