Un grupo de forajidos fugados de una cárcel llega a un tranquilo páramo rodeado de una decena de cabañas en el medio de la nada. En ellas las viudas y mujeres de unos exploradores, esperan pacientemente su regreso.

Con esta simple premisa arranca el film, cuyo mejor acierto es mantener la tensión, el misterio y un ambiente ciertamente opresivo para construir una historia que se aleja de los preceptos clásicos del western desde el respeto. Aquí encontraremos sentido del honor, compañerismo, matriarcado, lujuria y expectativas no cumplidas, en un maravilloso juego de poder que confrontará a los 2 grupos.

Ford da vida a un honesto preso, injustamente encarcelado, que busca a aquel por quien asumió la condena íntegramente, como siempre mostrando contención y credibilidad en su actuación. Pero por aquí, además, tenemos un reparto que es una auténtica golosina para los cinéfilos: la Tierny (guapísima como siempre) dando forma a una de las esposas a la espera de sus maridos y líder de campo en el campamento; Ethel Barrymore (otra perteneciente de las grandes dinastías de Hollywood) da vida a Granny, la auténtica matriarca; el pérfido Zachary Scott como uno de los sibilinos presos fugados cuyo objetivo es sacar el máximo beneficio de sus compañeras o Ann Dvorak, en el papel de cuñada de Gene Tierny y siendo una solterona con más prejuicios y mala fe de los que debería.

En la dirección está Michael Gordon, que nos regaló "Confidencias a Medianoche" (tras estar 10 años congelado por el Maccartismo y ser sospechoso de cometer actividades vinculadas con la izquierda), que maneja los tempos como un auténtico veterano. Una pena perderse a este interesantísimo director por culpa de uno de los periodos más negros de Hollywood, esperemos que su nieto (sí, Joseph Gordon-Hewitt, herede siquiera un 20% de su talento como director).