Tenía la mosca detrás de la oreja cuando fui al cine para visionar esta tercera y, por lo visto, última entrega de los Guardianes de la galaxia. Y no era para menos después de los últimos trabajos realizados por Marvel. Por suerte, este cierre consigue estar a la altura y nos deja un buen sabor de boca. Hay que reconocer que no lo tenía difícil, ya que, como hemos dicho anteriormente, las producciones más recientes del MCU fueron tan decepcionantes que el que está escribiendo esto no sabía lo que se iba a encontrar. Decir que la primera parte es con diferencia la mejor, y la segunda está prácticamente al mismo nivel que la que nos ocupa. En esta ocasión, el personaje que tiene más protagonismo es Rocket, lo cual ya se veía en los tráilers de la película. Nuestro querido mapache protagoniza las escenas que posiblemente sean las más tiernas y duras de todo Marvel hasta ahora. A más de uno le salían las lágrimas por las orejas... Visualmente el filme cumple con nota alta. Hay momentos geniales en cuanto a la acción y evidentemente no falta la dosis de comedia para hacernos reír a la mayoría. Y sí, efectivamente es el sello del bueno de James Gunn, y no sobra para nada. De todo el reparto, mis favoritas son Karen Gillan, que ha nacido para ser Nébula, y Pom Klementieff, quien se come la pantalla como Mantis. El villano no está mal, aunque no es ni Thanos ni Loki. En cualquier caso, logra resultar despreciable en todo momento, y eso no es poco. Luego está el personaje encarnado por Will Poulter, que está casi todo el tiempo de relleno innecesario. A mí, por lo menos, me sobra porque apenas aporta a la trama. De modo que considero que esta es una despedida satisfactoria. No es brillante, pero teniendo en cuenta lo que Marvel estaba ofreciendo en los últimos meses, hay motivos de sobra para estar contentos. 7/10.