No hace mucho tiempo el Batman animado tuvo aventuras en el Japón feudal y también en la Inglaterra del siglo 19. Entonces no es extraño que en esta ocasión aparezca en los locos años 70, con atuendos y peinados de la época, incluso con sonoridades musicales de aquel tiempo (la banda sonora podría pasar por alguna de Lalo Schifrin, por ejemplo).
Todo empieza con el personaje de Richard Dragon (aspecto a lo Bruce Lee) en una secuencia de acción similar a las de James Bond, para continuar con una historia de maestro y alumnos de artes marciales (un puñado de personajes no muy conocidos de la DC Comics) a la usanza del legendario templo Shaolin. Así, nos enteramos de que Bruce (Bruno) alguna vez fue una especie de Pequeño Saltamontes de Kung Fu, la serie. Todo lo demás es bastante previsible: dura formación del cuerpo y la mente de los discípulos, espada mágica, demonio cautivo, traición, reencuentro, sacrificio, redención, etc.
Los amantes del cine de acción de los 70, del cine de artes marciales de Hong Kong, incluso del Blaxploitation, probablemente estarán complacidos con esta película. El problema es que, como hay tantas referencias externas con espacio propio en esta historia, este Batman termina siendo secundario en su propio filme.