Lynch no se siente del todo cómodo con estas aventuras galácticas en el año diez mil uno noventa y uno. Si bien imprime su personal sello en muchas secuencias (sobre todo en las que se retrata a los malvadísimos y grotesquísimos Harkonnen) estamos hablando de un film con clara vocación comercial, y creo que eso resulta un lastre. Otro problema es que se ha querido respetar en lo posible la muy densa novela de ciencia ficción en la que se basa, y de ahí que resulte tan larga como un día sin pan (que sobra mucho, vamos). En el apartado de efectos especiales, me parece que la cinta ha envejecido un poco mal, si exceptuamos el asombroso diseño de algunas criaturillas asquerosas que aparecen. Los actores no lo hacen mal (no cuento a Sting como actor, ya que se limita a poner careto de enajenado en los pocos minutos en los que sale); mención especial a ese locuelo de Brad Dourif que borda su papel de calculadora humana pervertida, y a Obi Ouan Kenobi (perdón, Max von Sydow), tan carismático como siempre.

En resumen, una especie de versión hard de "Star Wars" sin androides infantiles ni villanos de opereta ni duelos de espadas láser ni combates de naves gigantes en el espacio; donde podemos escuchar la voz interior de los personajes, asistir a complots galácticos que no se acaban de entender de tan enrevesados, asistir a algunas escenas "made in Lynch" (o sea, deliciosamente desagradables) y contemplar algunas de las más memorables secuencias del cine fantástico. Y bostezar de vez en cuando.