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España España · Málaga
Voto de Nuño:
8
Romance. Drama Narra la historia de un estudiante de derecho que se siente atraído por la joven Syvie, con la que se cruza a menudo por la calle. Aconsejado por un amigo, fuerza un encuentro fortuito para abordarla. Sylvie acepta la invitación, pero dice tener prisa y propone posponer la cita para otro día. Pasa el tiempo, y mientras el joven intenta en vano volver a ver a la joven, conoce a otra muchacha, una panadera... Primero de los 6 cuentos morales de Rohmer. (FILMAFFINITY) [+]
16 de junio de 2017
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guy de Maupassant, en su relato "La patronne", publicado en 1884, parecía aventurar de algún modo el universo de Éric Rohmer:

"—Ya sabéis lo que son esos amoríos de París. Un buen día, yendo a la Universidad, te encuentras a una joven sin sombrero paseando del brazo con una amiga antes de volver al trabajo. Intercambias una mirada, y sientes en tu interior esa pequeña conmoción que produce la mirada de determinadas mujeres. Es una de las cosas encantadoras de la vida, esas rápidas simpatías físicas que nacen de un encuentro, la ligera y delicada seducción que sientes de golpe por el roce de un ser nacido para gustarnos y para ser amado por nosotros. Le amaremos poco o mucho, ¿qué importa?".

...

Un entendimiento profundo de Rohmer pasa, creo yo, por una correcta aprehensión de París no como la ciudad de las postales turísticas, de los selfies ante la Torre Eiffel y los modernos bauteaux-mouches surcando el Sena, sino como ese ente urbano entre lo bello y lo decadente, lo florido y lo miserable, por donde, como decía Miller, "todo el mundo quiere pasar, pero nadie quiere permanecer". El esplín parisino ya tiene figuras, muy diversas, en Baudelaire, Huysmans, Cortázar, Zola o Perec, pero Rohmer es, a mi gusto, el más límpido exponente de su otra faceta; la de la jovialidad y la algarabía romántica que desprende la ciudad cuando el cielo deja de amenazar y las parejas toman el tibio sol junto al Pont des Arts, o en Montmartre, repartidos por las escalinatas del Sacré-Coeur, pasean por los jardines de Luxemburgo, el parc de Belleville o de Bercy, o la place des Vosges. Ese París donde los museos no recuerdan a los tormentos de Modigliani, Cézanne o Van Gogh, buscando la expresión más honrosa de su talento, sino lugares de solaz y esparcimiento donde un joven francés persigue a una atractiva muchacha y terminan charlando animosa y curiosamente sobre Picasso, Rousseau o Laurencin, y luego cenan en algún bistró o visitan Shakespare and company. a la luz de las farolas.

En 'La panadera de Monceau' hay, también, ya algo de ese aire mordaz con que Rohmer retrataba a los errabundos emocionales; siempre, entre fortuitas aventuras y espontáneos romances, queda alguna promesa rota, algún corazón rechazado, esas implacables puertas ya nunca abiertas que esconden un "¿qué podría haber sido?" que ya nunca más será.

Gracias.
Nuño
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