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España España · Alicante
Voto de Migatoyyo:
6
Comedia. Drama Max, el propietario de un restaurante de éxito, y Véro, su ecologista mujer, invitan, como todos los años, a un grupo de amigos a su bella casa de la playa para celebrar el comienzo de las vacaciones. Pero este año, justo cuando iban a abandonar París, un amigo común, el carismático Ludo, sufre un gravísimo accidente. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No debe ser tan fácil como parece el hacer una película que pueda convertirse en seña generacional de una época. Si miramos hacia atrás a todos se nos ocurren unas cuantas películas de este tipo, algunas ya reseñadas por otros usuarios (como Los Amigos de Peter) aunque podemos encontrar otros ejemplos más o menos acertados cómo Reencuentro (The Big Child – 1983), Diner (1982), Habitación para cuatro (Amici Miei – 1975), El declive del imperio americano (Le déclin de l'empire américain – 1986) o la más reciente, y en mi opinión fallida, La Torre de Suso, con la que ésta guarda no pocos paralelismos.
El modo de enfrentarse a estas historias suele ser bastante convencional: un grupo de amigos de similar edad, normalmente suelen agruparse en torno a la treintena, se reúnen por alguna circunstancia especial. Un desencadenante hace que ese encuentro sea especial y que se vean abocados a enfrentarse a sí mismos, a lo que hubieran deseado ser, a su realidad, a su frustración y a esas pequeñas mentiras, a las que hace referencia el título de la película de Canet, que nos ayudan a mantener nuestra vidas. También es básica la existencia de una acertada banda sonora, potenciadora de las emociones y unos diálogos trabajados pero que sin perder la frescura que es necesario para que los sintamos próximos.
Tal vez ese sea el único punto débil de la película de Canet, no pretende innovar en el género y se desarrolla con todos los convencionalismos que se le presuponen. Por el contrario, la fortaleza del filme recae en la potencia de los personajes, su humanización y unos diálogos nada pretenciosos que si perjudican con frecuencia al cine francés. Es difícil destacar a alguno de los protagonistas, pero me gustaría mencionar el lucido trabajo de Lellouche y, como no, la maravillosa forma de transmitir que posee Marion Cotillard, sin olvidarnos de un maduro Fraçois Cluzet, al que podríamos definir con el término “Hoffmaniano”.
Personalmente, no me molesta la tendencia de Canet a potenciar las emociones en el tramo final de la película, pero reconozco que a algunos les puede parecer una salida fácil e impostada. Pero no debe ser tan fácil emocionar al público tocándole la fibra sensible, cuando sólo recordamos unas pocas películas a lo largo del año que lo hayan logrado.
Migatoyyo
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