Esta película parece estar hecha para gente como yo, gente que analiza y sobreanaliza todos y cada uno de los aspectos de una película.Cada vez que la pienso me surge una nueva conexión o una nueva teoría y me fascina.
Si Get Out destaca por su precisión y su ritmo directo, US destaca por sus múltiples interpretaciones. Parece que el propio director quería que su película fuese discutida y mencionada.

Se acerca y enfoca cuestiones cruciales como la maldad que radica en nosotros, la doble perspectiva de la historia o el papel de las revoluciones, algunas con más fortuna que otras. Todo está allí para quien, como yo quiera perder parte de su tiempo uniendo las piezas. Hay símbolos para los que no encuentro significado o preguntas que se me pasan por la cabeza. ¿Qué significan los conejos? ¿Por qué el rojo? ¿Por qué ese giro final? ¿Por qué esa sobre explicación innecesaria? ¿Por qué la conexión Reagan-Trump tan explícita? ¿Por qué los malos son casi mudos? No tengo respuesta pero las voy pensando y repensando.

En todo esto queda remarcado algo importantísimo, hay algo que Jordan Peele sabe y nosotros no y es consciente de ello. El verdadero terror nace de nuestra incomprensión. Desconocer la verdad provoca más pánico que cualquier allanamiento. De acuerdo, el allanamiento es real y el peligro es inminente, pero puedes racionalizarlo, darle forma, enfrentarlo. ¿Cómo luchas contra lo invisible, contra lo impensable? No puedes.

Al final del día podré tener mis problemas con US pero estos palidecen al experimentar la sensación de terror absoluta al enfrentarme a una cara de los seres humanos que no quería ver. Nadie quiere enfrentarse a su reverso tenebroso. Hay cosas que es mejor que permanezcan ocultas, por el bien de nuestra cordura. Mientras la miraba podía notar como me costaba respirar pero cuando se encendieron las luces esa sensación desapareció. Quedé aliviado. No obstante, hay una especie de terror que lleva acompañándome desde que acabó la nueva obra de Jordan Peele. Un terror al que no puedo poner nombre, un terror que me estremece, un terror que, como su nombre indica, me aterra. Ha buceado en las profundidades de los seres humanos y ha encontrado algo que asusta. Un hecho tan real, tan vivo que nos convierte en abominaciones, tanto para nosotros como para los demás. Pero le cuesta explicarse, definir el horror y cuando lo hace lo hace a medias tintas. No está acostumbrado en adentrarse tanto en el corazón de la oscuridad. Le comprendo, es difícil hablar de lo indecible, de la podredumbre que nos corroe a todos y cada uno de nosotros. Pero, como he dicho antes, consigue aproximarse y pone el primer pie en algo que, si sigue trabajando y no se le sube el ego, puedes darnos tantas alegrías como escalofríos.
Cualquiera al que le guste un mínimo el cine de terror debería ir si o si para poder ver las posibilidades de un medio que en lo mainstream se ha quedado estancado en los jumpscares, el jameswanismo y los giros absurdos. Pero yo no estoy aquí para convencer a nadie. No es mi trabajo. Solo quería dar forma a unos pensamientos que me iban rondando por la cabeza desde ayer.
Como fan del terror que me considero me encanta cuando una obra se arriesga y va un poco más allá de lo que debería. Cuando se usa el género para adentrarse en las miserias del ser humano o para acercarse en el territorio de lo desconocido es cuando recuerdo porque me gusta tanto todo esto. Porque al final nos gusta enfrentarnos a lo que subyace, lo necesitamos. Solo así encontraremos las herramientas necesarias para afrontar nuestros verdaderos miedos, aquellos que nos acompañan día a día y que nos causan pavor solo el pensar en ellos. Porque en el cine, estamos bajo la protección de la pantalla pero en la vida real al final todos debemos encarar nuestros miedos, por muy duros que sean.