Al grano. Esta obra realizada por Tim Miller en 2016 es todo lo que una película de superhéroes debe tener.
La historia es superflua pero, a quién le importa la historia principal. En estas producciones lo que interesa es la evolución de los personajes o las tramas que aparecen en medio del camino principal.Aquí, cuando Wade Wilson descubre que tiene cáncer decide alejarse de todo lo que ama para intentar curarse. El método para hacerlo es un poco radical, pacta con una gente que lo tortura para volverlo mutante y sacar su poder interior. Lo que viene después es una trama de venganza donde Deadpool busca a sus torturadores y una de amor al intentar reencontrarse con su amada.
Además de la historia, el film tiene acción, a raudales. Las luchas, peleas y batallas son puro espectáculo. Coreografías bien trabajadas, golpes contundentes, movimiento de cámara fluido y, especialmente sangre y carne. Aquí es cuando la clasificación por edades hace acto de presencia, sobretodo en los desmembramientos, la sangre (he dicho sangre, sí, sangre, mucha sangre) y en los impactos.
Pero lo que hace especial a Deadpool es su uso del metalenguaje. En todo momento hay coñas en las que el protagonista se ríe de todo lo posible desde a otras películas hasta a él mismo pasando por críticas al propio género.
En conclusión, que sé que con lo dicho ahora tenéis ganas de verla. Si os gustan los superheroes pero estas un poco cansado de todo lo visto en los últimos años, Deadpool es un giro de tuerca. Su humor macarra y su visceralidad dan un aire fresco a un cine que, aunque trillado aún le queda mucho por delante. Esperemos que la secuela nos siga ayudando a sobrevivir a la monotonía. Estaré esperando mirando mi reloj de hora de aventuras (guiño,guiño).