Este segundo filme del Fu-manchú sesentero emplea un titulo de por sí engañoso y con un cierto morbo: "Las novias de Fu Manchú". En su inicio descubriremos un buen número de atractivas jóvenes atada a pilares, algo ligeras de ropa, a disposición del maligno doctor, que las tiene hipnotizadas. Sin embargo, no hay lujuria en sus ojos, ni son "sus novias", aparentemente no abusa de ellas, sino que son "secuestradas o prisioneras", como piezas de chantaje para sus planes de conquista mundial. Realmente debería haberse titulado "Las secuestradas de Fu-Manchú", pero hubiese tenido menos morbo y, en esos años, eso vendía mucho más. Una pregunta me viene ¿A quién secuestraba si los científicos no tenían hijas?

En este segundo filme, Neyland Smith es encarnado por un Douglas Wilmer más resultón que el anterior intérprete, aunque siempre parece ir un paso por detrás del maligno Doctor. La producción parece contar con algo más de medios y dispondremos de hasta maquetas y más efectos especiales, aunque modestos. La historia en sí, se repite de la anterior, ya que volvemos a tener como compañero de Neyland a un espontáneo - en este caso el novio de la secuestrada- que a base de tortazos y desparpajo entorpece los maquiavélicos planes del Doctor.

La ambientación absurda va a juego con el personaje, así su creador Sax Rohmer no conocía nada de la cultura china y en este filme la guarida del Doctor se halla en Marruecos, en un oculto ¡templo egipcio!

Película entretenida, dirigida por un Don Sharp que es capaz de sacar petróleo de presupuestos reducidos con una dupla, los protagonistas malvados, padre e hija, Lee y Tsai Chin, que son el alma de estos filmes.