El director de "Doce hombres sin piedad" firma una película negra y pesimista que quizá peca de demasiado barroca en su construcción (la dichosa moda de fragmentar la acción en flash backs), y que se centra en el atraco a una pequeña joyería familiar. Aunque la acción es coral, el auténtico protagonista es Andie Hanson, interpretado por Philip Seymour Hoffman, responsable de contabilidad de su empresa, cuya vida está en caída libre: inmerso en un matrimonio decadente y acuciado por una auditoría externa que va a destapar los hurtos con los que sufraga su adicción a las drogas, convence a su hermano pequeño, Hank, para perpretar un atraco (para no desvelar demasiadas cosas, me limitaré a decir que en su decisión también hay una fuerte motivación edípica). Partiendo de este hecho, la vida de los implicados (voluntaria o involuntariamente) deja de pertencerles y queda sometida al vaivén del azar, el descontrol y la miseria humana.