«El halcón inglés» es una historia de venganza. La trama es directa y hasta podría decir escueta, toda ella estructura en el personaje interpretado por Terence Stamp que realiza una gran actuación. No marea al espectador con largas conversaciones, ni con escenas innecesarias, incluso la presentación de los personajes es bastante frágil. Los malos son malos y los buenos, buenos. Soderberh ni siquiera da opción al espectador de que dude de ellos. Es así y punto.

Desde el principio de la película Soderbergh es franco y no se anda con triquiñuelas: la película está más cerca de buscar una voz narrativa y personal del director que en el propio acto de crear una obra. La riqueza de flashback, ilusiones, quimeras, analepsis, entelequias producen una cinta que cautiva.

No obstante, el experimento, que engancha desde el comienzo, va desanimando poco a poco y la riqueza visual de la presentación es insoportable al final de película, convirtiendola más en un producto innovador que en una película tradicional. Cuando al final, solo es eso, una historia de venganza.