Masterpiece neta de principio a fin, este film de los 90 me sumió en una suerte de nostalgia, supongo que por tiempos que todavía eran buenos -o por lo menos que nuestro presente nos los hacen sentir así. Aún era dable sorprenderse de ciertas cosas, todavía un aura de inocencia nos imbuía. Y por cierto que esta película nos tomó por sorpresa en su momento, pequeño shock que el paso de los años no ha borrado para nada.

Con factura de obra maestra, con notables méritos de dirección, guión y fotografía nos llega una portentosa historia de ésas que no se olvidan, de las grandes, las que nos revelan los trazos del mundo y la condición de los seres humanos. El mundo, con sus pujas, sus ideales en constante batalla, sus ejércitos revolucionarios o libertarios, su lógica implacable y violenta. Los hombres, con su razón y su corazón. El film juega con agresivos contrastes. El escorpión y la rana; Fergus y Jody -en bandos separados pero unidos instantáneamente por su común humanidad-; Jude y Dil encarnando lo femenino de muy diferentes formas. El yin y el yang en una danza trascendente.

El coro actoral juega en perfecto tono, impregnados de la magia, iluminados, cada quien transmitiendo lo que le corresponde: nos fascinan unos y nos repelen otros. Stephen Rea en estado de gracia, de la mano de Forest Whitaker y Jaye Davidson están realmente alucinantes. Y para rematar, una gran banda sonora, cuyo leitmotiv 'The crying games' se nos pegó al recuerdo de la película y prácticamente se han convertido en sinónimos.

Clásico instantáneo, perenne, sin tiempo, para revisar una y otra vez.